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martes, 25 de septiembre de 2018

¿Para qué nos sirve la historia?


Décadas atrás, salvo en ambientes muy intelectuales y círculos de imaginación reducidos, nadie ponía en duda que “la historia es maestra de la vida”. La historia, se pensaba, como depositaria de la gran experiencia humana, encierra en sí un rico depósito de luces y sombras capaces de darnos a conocer el pasado de la humanidad, de ayudarnos a entender un presente, siempre revuelto y convulso, y de orientar pedagógicamente nuestros pasos hacia el futuro. La historia es maestra de la vida.

En este contexto, los ancianos y ancianas, por el mero hecho de haber vivido una historia larga, estaban en condiciones de aportar un caudal de sabiduría útil y beneficioso para la formación de las nuevas generaciones. El anciano Sheila, entre los indios cuna ­­—Islas de San Blas en Panamá— podía repetir ante la asamblea varias veces en la semana la génesis y hazañas de la tribu en el pasado que explican su situación actual y son garantía de supervivencia en el futuro. Además de jefe político, el Sheila es memoria viva de la experiencia colectiva que se transmite, de forma oral, de generación en generación.

Pero la historia, con el paso del tiempo, ha venido cambiando a un ritmo vertiginoso. Las mentes más creativas siempre han desbordado, como las actuales migraciones, todos los límites. Ni la ilustración ni la modernidad se sintieron a gusto con el magisterio de la historia. Tampoco en nuestro ahora, iniciada ya la era del conocimiento o “tiempo axial” (Karl Jaspers), podemos caer en la torpeza de no saber para qué nos sirve la historia. Pudiera ocurrir que se nos estuviera yendo el niño con el agua de la bañera.

Bajo el reinado de la telemática, todo se define por la instantaneidad y simultaneidad. ¿Para qué nos sirve entonces la experiencia del pasado que, por más que lo intentemos, no va a volver a repetirse? Además del interés por lo que fue y ya no es, ¿qué puede aportar a un ahora, siempre volátil y escurridizo, o a un futuro que no existe porque aún no ha llegado a ser?

Lo que son las vías para el paso rápido del tren, es la historia para el ritmo vertiginoso del tiempo: duración y suceso, continuum y volatilidad, vivencia y mecánica se asocian en la instantaneidad y simultaneidad de cada momento. Difícil separar las dos dimensiones si no es meramente en el concepto.

Ya desde el siglo IV lo advertía San Agustín en el siempre sugestivo libro de las Confesiones: “Resulta claro y evidente que ni lo futuro ni lo pasado son, y no puede decirse con propiedad que los tiempos son tres: pasado, presente y futuro. Más propiamente debiera decirse que los tiempos son tres: presente de lo pasado, presente de lo presente y presente de lo futuro. En efecto, estos tres modos son, de algún modo, en el alma y no veo otra forma de comprenderlo: el presente de lo pasado es la memoria, el presente de lo presente, la atención, el presente de lo futuro, la expectación” (Libro XI, cap. 27).

No puede ser esta mera introducción el mejor lugar para dar respuesta a estas cuestiones que han calentado la cabeza de tantas personas en la ya larga trayectoria humana. Las colaboraciones que siguen, por encima de la dificultad teórica, tienen por objeto aportar elementos para una solución práctica y realista, útil, de la historia.

Pero no deja de llamar la atención que desde Utopía, que justamente se coloca del otro lado de la historia, nos veamos obligados a hacer hoy este tipo de cuestionamientos. Por el mero hecho de existir, Utopía ya está anunciando que hay mucha realidad que no cabe en la historia. Cada punto de la historia es una encrucijada en la que ninguna de las posibilidades a nuestro alcance está determinada a ser inevitable. Ni las fijaciones geográficas, ni las biográficas, ni las económicas, ni aún las dogmáticas son definitivamente tan cerradas para no dejar siempre algún margen a la sorpresa.

Con toda legitimidad nos preguntamos en las siguientes páginas por la utilidad de la historia en nuestro ahora. Modestamente, queremos seguir la fantasía de aquellos espíritus románticos que, desde la música y la poesía, lograron romper la férrea dictadura del clasicismo para abrir las puertas a otra estética diferente.

viernes, 6 de mayo de 2016

Dudo, luego creo.



“Pienso, luego existo”, decía Descartes en una de las frases más repetidas y comentadas de la historia de la filosofía. El matemático francés, que marca el inicio del periodo que denominamos modernidad, es recordado también por hacer de la duda un elemento clave de su propuesta intelectual. La duda se transformó para él en un método, en una herramienta capaz de cuestionar prejuicios heredados y en un modo de purificar falsos hábitos mentales.

La duda metódica cartesiana proponía cuestionar la tradición recibida para ponerla a prueba y permitir, así, progresar continuamente en la búsqueda de la verdad. Dudar, desde entonces, posee una connotación positiva y juega un papel clave en la investigación científica.

En el ámbito de la fe, sin embargo, la duda no goza de tal prestigio. Al contrario, dudar es sinónimo de una fe débil, insegura y vulnerable. Al creyente le gustaría tener una fe sin fisuras, una fe inquebrantable y firme. Le gustaría tener argumentos sólidos para rebatir las críticas, ejemplos apropiados para contestar las preguntas más difíciles y respuestas acertadas frente al insoportable silencio de Dios ante tanto sufrimiento absurdo.

Pero con frecuencia no tenemos nada de eso. No tenemos ni argumentos, ni ejemplos, ni respuestas. Más bien tenemos silencio y preguntas, muchas preguntas. Preguntas sobre los miedos, las angustias y las dudas que nos asaltan a diario. La duda es como una compañera incómoda de viaje que con demasiada frecuencia se acerca, se cuela en nuestra vida y nos cuestiona.

¿Y qué hacer con ella? ¿Qué responder cuando aguijonea con sus preguntas?

Meditar la Biblia puede darnos pistas. Si echamos un vistazo a las escrituras, comprobamos rápidamente que la duda atraviesa de principio a fin todos sus relatos: Adán y Eva dudaron ante la serpiente; Caín cuestionó mortalmente su propia fraternidad asesinando a Abel; el pueblo de Israel no se fiaba de Moisés –ni del propio Yahvé– y una y otra vez en su larga marcha por el desierto adoró al becerro de oro.

Es más, la duda visitó incluso a José y a María. En la anunciación, María pregunta desconcertada al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”; en el templo de Jerusalén, José y María interpelan angustiados a Jesús: “¿Por qué nos has hecho esto?”. Los propios padres de Jesús quedan desconcertados y no acaban de entender quién es su hijo ni qué ha venido a hacer al mundo.

Al final de la vida de Jesús, Pedro y el resto de discípulos –paralizados por el miedo y la duda– le abandonaron también. Pero incluso después de la resurrección la duda siguió acompañando a Tomás:”Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”.Tomás, símbolo de todos y cada uno de nosotros, reconoce su incredulidad.

Y lo más sorprendente de todo, la duda parece acosar también al propio Jesús a lo largo de su vida: en las tentaciones, en el abandono de los discípulos, en el huerto de Getsemaní y en la crucifixión. De principio a fin, la duda, representada por el demonio, tienta a Jesús.

Ya al final cuando, en lo alto de la cruz, pronuncia las desgarradoras palabras del Salmo 22 en un grito que han resonado a lo largo de la historia del cristianismo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, Cristo crucificado cuestiona a su Padre, poniendo en tela de juicio su fidelidad y su palabra.

Dicho de otro modo, el hijo de Dios parece dudar de Dios.

La duda, por tanto, no parece algo puntual y pasajero. Ha venido para quedarse. Forma parte de la misma estructura de la fe y de la experiencia del creyente. Dudar no es un mal trago que se pasa alguna vez en la vida;dudar y creer forman parte de la misma búsqueda, de la única búsqueda posible hacia una relación más sincera y auténtica con Dios. La duda y la fe, como el misterio de la muerte y la resurrección, van de la mano.

Es más, parafraseando a Descartes, podríamos llegar a decir: “Dudo, luego creo”.

Chesterton lo resumió muy bien cuando afirmó: “una fe sin dudas es una fe dudosa”. Y no le faltaba razón, porque la duda, compañera inseparable de toda fe auténtica, incordia, pero también desenmascara a los falsos dioses, cuestiona sus seguridades y purifica la fe, abriéndola de forma incondicional a Dios.

El relato de Job y la pasión de Jesús son quizás los dos mejores lugares de la Biblia donde se muestra la dinámica de crecimiento que introduce la duda en la vida del creyente. Ambos, tanto Job como Jesús, acaban desnudos y abandonados –en sentido literal y figurado– dudando de todo y de todos, dudando incluso de Dios.

Pero es entonces cuando, solos y abandonados, se desnudan también de toda seguridad, de todo apoyo, de toda compensación, de todo falso dios. La soledad y la duda, al final de la prueba, se muestran en toda su crudeza, pero también permiten que la fe, purificada, se apoye en un fundamento más sólido que el deseo y la voluntad: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, exclama Jesús totalmente desarmado antes de expirar.

Las dudas que nos acosan pueden paralizar, desconcertar y llevarnos incluso a abandonar el camino de la fe; o pueden conducirnos a una fe purificada, a la rendición final, al desarme total. Ese desarme lo representa Tomás –símbolo del creyente que duda– al decir, rendido ante Cristo resucitado: “Señor mío y Dios mío”.

Quizás por ello Tomás resulte una figura tan atractiva, tan cercana, tan humana. Él es quien, dudando, empezó a creer. Tomás bien podría haber dicho: “Dudo, luego creo”. Porque creer es dudar y dudar es empezar a creer; dudar de nuestras falsas seguridades y reconocer nuestra falta de argumentos.

La duda puede ser un gran don. Un regalo que nos salva de nuestras seguridades, de nuestros falsos dioses, para hacernos más permeables y conducirnos al único Dios verdadero.

Demos, pues, la bienvenida a la duda, no a la duda enferma y obsesiva de Judas, sino a la duda sana y purificadora de Tomás; la duda que nos conduce a decir: “Señor mío y Dios mío”.


jueves, 18 de febrero de 2016

El mito de la evangelización pacífica.


Para entender la pluralidad y complejidad de las prácticas religiosas en México y su pugna con la hegemonía católica, la evangelización es un proceso histórico que debemos estudiar, problematizar y debatir.
Por Federico Navarrete*
Proclamar que México es una nación católica y guadalupana se ha convertido en uno de los lugares comunes definitorios de nuestra identidad, una falsa verdad que se repite sin cuestionamientos, como los mantras que afirman que somos un país mestizo o que el español es nuestra “lengua nacional”.
Como las otras dos definiciones, sin embargo, afirmar a rajatabla el catolicismo de nuestro país y repetir la fábula de la virgen de Tepeyac y su santo recién canonizado, esconde una historia mucho más compleja y plural, manchada por la intolerancia y la violencia.

La leyenda de la evangelización

La definición de la nación mexicana como monolíticamente católica se ancla en una leyenda histórica tan falsa como inamovible: la idea que la población indígena del país se convirtió de manera pacífica y universal al catolicismo en el siglo XVI, en la llamada “conquista espiritual” de México.
Si en los últimos años los mexicanos hemos dejado de creer en muchos de los cuentos de hadas de la historia oficial, como el de la Revolución o el de la Independencia, el de la “evangelización” no ha sido realmente cuestionado por nadie, ni por los especialistas y menos por los auto proclamados destructores de mitos que invaden las estanterías de best sellers de Sanborns.
Por el contrario, todas las visiones conservadoras de la historia de México se fundamentan en el triunfo incruento y providencial de la “verdadera religión” entre las masas paganas e ignorantes de nuestros indios.
A su vez, las versiones “progresistas” también repiten esta fantasía colonialista porque la consideran un hito en la “civilización” que permitió la unificación de la nación y el triunfo del “mestizaje” católico.
El hecho es que, para contar esta leyenda, todos, historiadores y “divulgadores”, conservadores y liberales, se basan únicamente en las crónicas y testimonios escritos por los propios sacerdotes de la época.
Por señalar una equivalencia sin duda exagerada pero no del todo inexacta, sería como contar la historia del Gulag soviético únicamente a partir de los documentos oficiales de los carceleros.
Basta con leer con detalle las propias historias escritas por estos testigos, necesariamente parciales, para encontrar indicios fehacientes de que el catolicismo se impuso no sólo por las buenas, o por la fuerza de su luminosa “verdad” y de sus milagros inventados, sino también por medio de la violencia y la tortura, el control de las conciencias, el ataque a la solidaridad familiar y comunitaria.
Por ejemplo: los “niños mártires de Tlaxcala” fueron adoctrinados por los frailes para denunciar los actos “idólatras” de sus padres y otros parientes, una estrategia no muy diferente a la que utilizaba el estalinismo para perseguir a los “disidentes”.
Para celebrar sus delaciones y su subsecuente “martirio” por parte de sus propios padres (a su vez ejecutados) fueron beatificados por Juan Pablo II en 1990, y según Wikipedia: “Durante la única visita del Papa Benedicto XVI a México, en la Plaza de la Paz en la ciudad de Guanajuato, en su mensaje a los niños de México, el papa propuso como ejemplo de imitación para los niños la figura de estos pequeños mártires de Tlaxcala”.
Su ejemplo, lejos de ser edificante, nos muestra las violentas divisiones que la imposición del catolicismo provocó en las sociedades indígenas.
Otro caso dudoso son los “mártires de Cajonos”, beatificados por Juan Pablo II en 2002: dos empleados eclesiásticos zapotecos que denunciaron en 1700 los rituales “paganos” en que participaban la mayor parte de los miembros de su comunidad y de los pueblos vecinos.
Cuando fueron asesinados en represalia, se desató una campaña de persecución de idolatrías que obligó a los habitantes de esta región a entregar a las autoridades eclesiásticas más de cien calendarios rituales y otros textos religiosos, que tenían, por cierto, un fuerte contenido católico (David Tavárez, Las guerras invisibles. Devociones indígenas, disciplina y disidencia en el México colonial).
Lo que estaba en juego, no era propiamente la defensa de la fe, sino la confirmación del control que la iglesia debía ejercer sobre los fieles indígenas, definidos para siempre como “cristianos nuevos”, incapaces de ser sacerdotes y de manejar su propia vida religiosa, la cual debía estar siempre en manos de los españoles y criollos, definidos como “católicos viejos”. En suma, se trataba de imponer un sistema de dominación colonial basado en la religión.
Más allá de estos ejemplos sangrientos, transformados por la magia de la propaganda religiosa en leyendas devocionales, no sabemos casi nada de las razones que hicieron que los indígenas “aceptaran” el catolicismo.
El hecho de que se destruyera violentamente los monumentos y objetos de su religión anterior, de que se prohibiera la práctica pública de cualquier ritual o ceremonia y de que se les obligara a participar en los rituales católicos y a pagar los diezmos e impuestos correspondientes, no basta para explicar su supuesta “conversión”.
Los indígenas fueron más que víctimas indefensas: fueron participantes activos en un proceso de cambio religioso que no acabamos de comprender.
Los historiadores defienden la sincera fe católica que proclamaban los autores indígenas que escribieron historias y otros textos en el periodo colonial y yo no soy quién para cuestionar su devoción, pero el hecho es que si hubieran dicho cualquier cosa que no se conformara abiertamente al dogma imperante hubieran sido víctimas de castigos y sus textos nunca hubieran visto la luz.
En suma, estamos escribiendo la historia de un régimen intolerante y persecutorio exclusivamente a partir de los testimonios que él mismo consideraba aceptables: exagero de nuevo, pero me parece tan difícil como contar la historia de la dictadura de Pinochet a partir de los boletines de la junta militar y de los artículos de prensa que pasaron por los ojos de sus censores. Es algo posible, pero no hay que creer a pie juntillas en todo lo que leemos.
Respecto a la religión que practicaba la mayoría de la población de la Nueva España y del México independiente (pues no hay que olvidar que los pueblos indígenas fueron más del 50% de los habitantes de nuestro país hasta 1850 o incluso más tarde), llamarla “católica” es cuando menos un equívoco, o más bien una conveniencia política.
Los pocos religiosos que se detuvieron a examinar con detalle los cultos, las prácticas y las creencias de los pueblos originarios durante el periodo colonial encontraron mucho que no les gustaba: abundantes “supersticiones”, es decir, elementos que parecían de origen “pagano” (hoy diríamos prehispánico) y muchas “herejías”, es decir, interpretaciones y refuncionalizaciones poco “ortodoxas” de los elementos cristianos.
Pero las autoridades eclesiásticas y civiles no tomaron muy en serio sus denuncias, prefiriendo contentarse con que los indios acudieran a misa con cierta regularidad y sobre todo con que obedecieran a los párrocos y pagaran sus tributos y sus diezmos.
Los indígenas al parecer también preferían llevar la fiesta en paz, cumpliendo con estos requisitos, mientras realizaban otro tipo de rituales, o los mismos, pero de otra manera, a puertas cerradas. En suma, como hoy, ser católico significaba antes que nada ser súbdito del régimen en el poder.
No pretendo afirmar con esto que los indígenas no aceptaron en su interior algunos de los dogmas y que no practicaban sinceramente muchos de los rituales católicos, sólo sugiero que pudieron ser algo más y algo menos, pero que precisamente eso es un asunto que los escritores católicos no querían averiguar y, peor aún, algo que la mayoría de los historiadores modernos no han querido investigar a fondo.

Nuestro laicismo católico

“La religión católica, apostólica, romana, es la única que se debe profesar en el Estado.”
Con estas palabras, el artículo 1 de la constitución de Apatzingán de 1814, que ha sido celebrada por el carácter socialmente avanzado de muchas de sus leyes, mantuvo y consagró la intolerancia en materia religiosa del régimen colonial español.
De hecho, las leyes mexicanas emanciparon a los esclavos y proclamaron la igualdad universal de sus ciudadanos (varones, desde luego) antes que concederles la libertad de conciencia en materia religiosa.
Si tomamos en cuenta que la mayoría de la población en el momento de la Independencia practicaba un catolicismo cuando menos “dudoso”, esta proclamación intransigente ya no parece el simple reconocimiento de una realidad consagrada y aceptada por todos los mexicanos.
Se convierte en la continuación de la obligación que tenían los más de hacerse “auténticos” católicos y la confirmación del poder de la iglesia y de los privilegios que gozaban los menos que sí se consideraban plenamente como tales.
En suma, era una proclamación de desigualdad disfrazada de igualdad, equivalente al hecho de escribir las nuevas leyes únicamente en español, el idioma minoritario de los católicos.
Tal vez por eso, en nuestro país no se estableció formalmente la libertad de cultos sino hasta medio siglo después. Significativamente, el Artículo 1 de la Ley sobre Libertad de Cultos, proclamada por Benito Juárez en 1860, mantuvo una clara primacía de la religión católica: “Las leyes protegerán el ejercicio del culto católico y de los demás que se establezcan en el país…”.
De hecho, el tan cacareado laicismo mexicano (como el igualmente autocelebrado secularismo francés) puede interpretarse más como un acomodo político entre el Estado y la iglesia católica que como un proyecto de secularización auténtica de la sociedad.
Salvo en los años de 1920 a 1930, el Estado no ha intentado realmente combatir la hegemonía de la religión católica en amplios sectores sociales. Desde el nuevo acomodo de 1992, la iglesia se ha convertido en un aliado clave del neopriísmo y del imperio de las televisoras.
Ahora el nuevo papa ha venido a salvarnos del diablo que nos acecha, siempre tan celoso de las glorias de nuestra virgencita, y a fortalecer con su simple presencia esta nueva santísima trinidad que nos rige de espíritu, de jure y de facto.
Dios nos libre de hacer el trabajo de Satanás y de cuestionar las leyendas que asfixian la verdadera pluralidad de nuestra historia y que ocultan la violencia y la intolerancia que las han construido.
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* Federico Navarrete, es profesor en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, es autor de "Los orígenes de los pueblos del Valle de México. Los altépetl y sus historias", entre otros.
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Fuente: Horizontal: http://horizontal.mx/el-mito-de-la-evangelizacion-pacifica/

jueves, 7 de enero de 2016

Reparto de Indios (Año 1.878) hechos e historias que no nos contaron en la Escuela...

Recorte del diario La Nación - Octubre de 1878 - Primera plana.

Ejercitando la memoria, poniendo a disposición material histórico que nos permita comprender el presente y por sobre todo modificarlo entre todos, que es el desafío.

" El Ministerio de Guerra Informa a la ciudadanía que los días 5 y 6 del mes en curso se entregaran indios para su utilización en estancias ganaderas.

Las indias aun salvajes pueden ser útiles en tareas domesticas en las residencias de las familias porteñas. Es necesario destacar que la comportación de las indias dista de ser civilizadas por lo que es menester la adaptación de los infelices.

También hay a disposición de los señores comerciantes y firmas de esta plaza, indios menores de edad. Los infelices aun careciendo completamente de las gracias de la civilización, pueden utilizarse con sumo provecho para mandados diversos. Los mismos no pueden ser enviados al exterior.

El reparto de los salvajes se realizara gratuitamente en el Hotel de Inmigrantes, los días 5 y 6 de octubre de 8 de la mañana a 6 de la tarde."


Fuente: Rubén Patagonia Oficial

martes, 4 de noviembre de 2014

El pueblo de Dios contra el imperio.


Fragmento del artículo de Pablo Richard "El pueblo de Dios contra el imperio. Daniel 7 en su contexto literario e historico"

En el presente de América Latina : como en el tiempo de Daniel y en el movimiento apocalíptico posterior, también hoy vivimos el enfrentamiento Imperio-Pueblo . Este enfrentamiento no se da preferentemente en el terreno político-militar, sino en el terreno cultural, ético, espiritual y teológico. 

El poderío militar del imperio es tan grande, que los países del Tercer Mundo difícilmente pueden desafiarlo en ese terreno. El caso de Nicaragua es trágicamente aleccionador. El imperio declaró la guerra y el bloqueo económico a ese pequeño país, sometiéndolo a un proceso de desesperación violencia y miseria económica. Por eso los pueblos pobres evitan el enfrentamiento militar directo con el Imperio, y se enfrentan en aquellos campos de batalla donde los pueblos son fuertes y el imperio es débil. 

El libro de los Macabeos defiende aparentemente la lucha armada contra la bestia helenística, pero según el mismo libro la fuerza del Pueblo de los Santos no está en las armas, sino en su fuerza ética y espiritual (“...en la guerra no depende la victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la fuerza que viene del cielo...1 Mac 3,19). Todo el libro de Daniel insiste en ese enfrentamiento espiritual con la bestia. A veces se tiene la impresión de pacifismo y pasivismo, pero esto es falso, pues la alternativa no es lucha militar o lucha política, sino sometimiento a la bestia o enfrentamiento con ella, poniendo toda la confianza en la fuerza ética y espiritual del pueblo. Lo radical y lo que da la victoria es esta fuerza espiritual del pueblo.

Brevemente podemos describir el enfrentamiento actual del Pueblo de Dios con el imperio, en los terrenos cultural, ético, espiritual y teológico. No es enfrentamiento super-estructural, sino que son dimensiones profundas de una práctica de liberación. El enfrentamiento cultural, ético, espiritual y teológico con el Imperio se da al interior de los movimientos sociales y populares de base. Es un enfrentamiento radical y con características apocalípticas:

En el campo cultural: la cultura del imperio es el consumismo, el individualismo, el espiritualismo que desprecia el cuerpo y la naturaleza. El Pueblo se enfrenta al Imperio con su cultura popular, que es cultura-comunidad, cultura-cuerpo, cultura-naturaleza; la cultura campesina, las culturas indígenas y afro-americanas reviven para resistir la cultura del Imperio.

En el campo ético: la ética del Imperio es la máxima ganancia; su fuerza es la mentira y el orgullo; domina sometiendo a los pueblos a procesos de desesperanza, deterioro, violencia y confusión. El pueblo de Dios se enfrenta a la Bestia haciendo de la vida humana el máximo valor ético. Lo bueno y racional, no es lo que produce ganancia, sino lo que produce vida.

El pueblo resiste con la esperanza, con la verdad y con su integridad moral.

En el campo espiritual: aquí el enfrentamiento es entre los ídolos de la muerte y el Dios de la vida; entre la idolatría y blasfemia de la bestia y la fe viva del pueblo de Dios.

En el campo teológico: el enfrentamiento es entre Imperio y Reino de Dios. Los que están con el Imperio están contra el Reino; los que están con el Reino de Dios, están contra el Imperio. La Iglesia proclama la radical contradicción entre Imperio y Reino de Dios. El Reino es escatológico, porque pone fin al Imperio. El juicio de Dios en la historia pone fin a los imperios y entrega el poder de Dios al pueblo de los santos del Altísimo.

Hoy día las Comunidades Eclesiales de Base siguen viviendo ese contexto histórico y ese movimiento espiritual apocalíptico. Para muchos ese enfrentamiento puede aparecer como demasiado radical, utópico y simplista (casi maniqueo), pero debemos entender que la apocalíptica es ante todo una revelación del misterio de Dios, del plan de Dios, de la voluntad de Dios. Es una forma de conciencia, para transformar la realidad. Es la reconstrucción del cielo, para construir aquí y ahora el Reino de Dios. El libro de Daniel nos revela esta dinámica del Reino y nos ayuda a descubrirlo en nuestra historia actual.

Fuente en papel: Revista de interpretación Bíblica Latinoaméricana Nro.7: "Apocalíptica: esperanza de los pobres"
Fuente: Claiweb.org

martes, 26 de agosto de 2014

Las diez películas más influyentes de la historia.


Un conocido portal de cine hizo un ranking de las películas más importantes para la evolución de la industria. En la nota, el top 10 con imperdibles videos.


por MDZ Espectáculos


Muchas películas pueden quedar (o no) en la historia del séptimo arte y en la memoria de los cinéfilos por sus tramas, actuaciones y contenidos. Pero no todas han hecho un aporte sustancial a la industria en sí y a la concepción que se tenía de esta. Teniendo en cuenta esta premisa, el portal Cinemanía.com realizó un listado de los 50 títulos más influyentes. Nosotros rescatamos los primero 10 puestos.


1. Salida de los obreros de la fábrica (1895). La película dirigida

por Louisy Auguste Lumière documenta la salida de los trabajadores de la fábrica Lumière en un plano fijo y durante 46 segundos. Estas proyecciones públicas de los hermanos padres del cine cambiaron por completo el concepto que el público tenía de “imágenes en movimiento”.





2. Viaje a la Luna (1902). El film es la obra más conocida del cineastaGeroges Méliès y concentró todos sus aportes al séptimo arte: imaginación, efectos especiales e ilusión. Sin dudas, esta creación fue la que acercó al cine al mundo de los sueños; y la película que introdujo la noción de espectáculo cinematográfico.

3. El pibe (1921). Si bien Charles Chaplin ya estaba instalado en su puesto de autor total (guionista, director y actor), este film significó la despedida del formato breve y se impuso con una duración de 68 minutos, lo que era muchísimo para la época. Además, lucía con orgullo un tono agridulce que ha sido inspirador para cineastas contemporáneos como Woody Allen o Judd Apatow.





4. King Kong (1933). Bajo la dirección de Merian C. Cooper, el film que relata la historia del gorila gigante se erigió en la sombra de la que nunca han podido escapar otros autores que relataron los pasos de criaturas inverosímiles y de gran tamaño.






5. Blancanieves (1937). La influencia de Blancanieves en la historia de las películas animadas ha sido inmensa: es que el film que contó con la supervisión de David Hand sacó a los dibujos animados de los cortos y también los conectó con los números musicales.





6. Lo que el viento se llevó (1939). Este film dirigido por Victor Fleming que relata la historia de la Guerra de Secesión, sigue siendo el más taquillero de la historia del cine y no ha podido ser superado por ningún blockbuster moderno.





7. Psicosis (1960). El thriller de Alfred Hitchcock contó con bajo presupuesto pero se convirtió en un éxito de público por el correcto uso del montaje y del timing y sus innovadoras técnicas de marketing.






8. 2001: Una odisea del espacio (1968). Stanley Kubrick logró elevar la ciencia ficción hasta más allá de la órbita de Júpiter con esta obra: luego de 2001, los filmes sobre viajes espaciales y criaturas de otros mundos buscaron apuntar a la seriedad y las ambiciones filosóficas.



9. El Padrino - Parte II (1974). Esta secuela dirigida por Francis Ford Coppola fue aún mejor que la primera de las entregas de la historia y cambió el mundo del séptimo arte por insertar la costumbre de numerar las secuelas, además de lograr entusiasmar al público con los flashbacks y las artimañas narrativas de su autor.





10. La guerra de las galaxias (1977). No se puede discutir la influencia de la historia que estuvo dirigida por George Lucas: es que el film involucró lo clásico del cine y la ciencia ficción y los mezcló con el western y el cine bélico. Ese gran preparado con un marketing insuperable dio como resultado lo que hoy es: una franquicia. Todos ansiosos esperamos la llegada de la primera parte de la tercera entrega que verá la luz en 2015.



Fuente:MDZ Espectáculos

martes, 16 de julio de 2013

Crónicas de la hospitalidad en América Latina: El caso de Haití.


Wooldy Edson Louidor


Cuando ocurrió el terremoto en Haití el 12 de enero de 2010, las jefas y jefes de Estado y de Gobierno de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) expresó, en una declaración conjunta el 9 de febrero del mismo año, su solidaridad en virtud de los vínculos históricos de amistad con la primera república libre de la región.

En un discurso histórico que pronunció el 13 de enero de 2010, un día después de la tragedia, el presidente mexicano de entonces, Felipe Calderón, subrayó que “los entrañables lazos históricos, culturales, de amistad que unen al pueblo de México con el pueblo haitiano, nos hacen sentir como propias las pérdidas que han ocurrido en esta nación”.

En virtud de esos lazos, Calderón pidió al Gobierno Federal, a la Cruz Roja Mexicana, a todas las fuerzas vivas de la nación azteca y al pueblo en general, que brinden de inmediato “todo el apoyo necesario para ayudar a esa Nación hermana”.

Son numerosos los ejemplos de jefas y jefes de Estado y Gobierno en América Latina que, luego del terremoto del 12 de enero de 2010, se dieron a sí mismos el imperioso deber de solidarizarse con Haití no sólo por sentimientos de compasión o caridad por “el país más pobre del Hemisferio”, sino en virtud de los “lazos históricos, culturales, de amistad, solidaridad” que se han entretejido con la primera Nación libre de la región.

Una gran tradición de hospitalidad y solidaridad entre Haití y América Latina

La tragedia que ocurrió en Haití hizo que América Latina recordara la gran tradición de hospitalidad y solidaridad de este pequeño país del Caribe.

En su lucha por liberar Sud América de España, el libertador Simón Bolívar solicitó en dos ocasiones la hospitalidad y la solidaridad del presidente de Haití para continuar esta lucha.

La historia cuenta que Alexandre Pétion, presidente de Haití (1806-1818), recibió a Bolívar entre diciembre de 1815 y enero de 1816 en Puerto Príncipe y le brindó toda clase de auxilios para que lanzara la “Expedición de los Cayos” contra la Costa Firme (antiguo nombre de la zona que comprenden Venezuela, el Istmo de Panamá y parte de los territorios deColombia).

La expedición que inició en la Isla de Margarita en mayo de 1816 culminó en una derrota; por lo que Bolívar salió exiliado de Venezuela y tuvo que solicitar una segunda vez la hospitalidad y la solidaridad de Pétion. Efectivamente Bolívar fue acogido en Haití en diciembre de 1816 y recibió otra vez municiones, soldados y otras ayudas para organizar la expedición de Jacmel (sureste de Haití) en diciembre de 1816.

La carta que le mandó Pétion a Bolívar para animar al Libertador a seguir luchando por la liberación de la Gran patria luego de tantos intentos fracasados habla del profundo afecto del presidente haitiano por la causa sudamericana: “…Si la fortuna inconstante ha burlado por segunda vez las esperanzas de V E., en la tercera puede serle favorable; yo al menos tengo ese presentimiento, y si yo puedo de algún modo disminuir la pena y sentimiento de V E. puede desde luego contar con cuanto consuelo de mí depende”.

El presentimiento de Pétion se cumplió, ya que esa última Expedición le permitió al libertador consolidar sus triunfos militares en Venezuela e iniciar la campaña de liberación de los demás países sudamericanos.

Con la hospitalidad y la solidaridad todo es posible porque abren las fronteras de las luchas de liberación, crean lazos, vínculos entre pueblos y dan razones para creer y esperar, incluso contra toda esperanza. El primer país libre de América Latina y el Caribe dio también el primer ejemplo.

domingo, 16 de junio de 2013

La humanidad en peligro, camino al desastre.




Noam Chomsky

Al borde de la destrucción (o cómo destruir el planeta sin apenas esfuerzo)
TomDispatch.com 08 06 13
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

¿Qué nos deparará el futuro? Para escrutarlo, una posibilidad sería observar a la especie humana desde fuera. Por tanto, imagínense que son observadores extraterrestres que están tratando de averiguar qué está sucediendo aquí o, si vamos al caso, imagínense que dentro de cien años son historiadores –asumiendo que haya algún historiador dentro de cien años, lo que no resulta tan obvio- y que están mirando hacia atrás, a lo que está sucediendo hoy en día. Verían algo totalmente increíble.

Por primera vez en la historia de la especie humana, hemos desarrollado claramente la capacidad de destruirnos a nosotros mismos. Y así llevamos desde 1945. Es ahora cuando al fin se está reconociendo que hay procesos a más largo plazo, como la destrucción medioambiental, que van en esa misma dirección; quizá no de la destrucción total pero sí al menos hacia la destrucción de la posibilidad de una existencia decente.

Y hay otros peligros, como las pandemias, que tienen que ver con la globalización e interacciones. Por tanto, hay procesos e instituciones aplicándose a tal fin, como los sistemas de armas nucleares, que podrían provocar un inmenso desastre o incluso poner fin a una existencia organizada.

Cómo destruir un planeta sin apenas esfuerzo

La pregunta es: ¿Qué está haciendo la gente frente a esta situación? Nada de todo esto es secreto. Todo aparece perfectamente claro. En realidad, hay que hacer esfuerzos para no verlo.

Ha habido todo un abanico de reacciones. Están los que trabajan resueltamente intentando hacer algo frente a esas amenazas, mientras que otros se esfuerzan en intensificarlas. Si Vds. pudieran ver quiénes son, los futuros historiadores u observadores extraterrestres percibirían algo muy extraño. Tratando de mitigar o superar esas amenazas tenemos a las sociedades menos desarrolladas, a las poblaciones indígenas, o a lo que queda de ellas, las sociedades tribales y aborígenes del Canadá. No hablan de guerra nuclear sino de desastre medioambiental y están realmente intentando hacer algo.

De hecho, por todo el mundo –Australia, India, Sudamérica-, hay batallas emprendidas y, en ocasiones, guerras. En la India, hay una guerra importante respecto a la destrucción medioambiental directa, con las sociedades tribales intentando resistirse a las operaciones de extracción de recursos que están causando daños inmensos en las comunidades locales, pero también respecto a sus consecuencias generales. En sociedades donde las poblaciones indígenas tienen influencia, muchos están adoptando una posición firme. El país que muestra la posición más firme respecto al calentamiento global es Bolivia, que tiene una mayoría indígena y mandatos constitucionales que protegen “los derechos de la naturaleza”. Ecuador, que también tiene una gran población indígena, es el único exportador de petróleo que conozco donde el gobierno está buscando apoyos que le ayuden a mantener ese petróleo en la tierra, en vez de producirlo y exportarlo, y es en la tierra donde debería estar.

El Presidente venezolano Hugo Chavez, que murió recientemente y fue objeto de burlas, insultos y odio en todo el mundo occidental, asistió hace pocos años a una sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la que suscitó todo tipo de mofas por llamar diablo a George W. Bush. Pero también ofreció un discurso que resultó muy interesante. Ya sabemos que Venezuela es un importante productor de petróleo. Prácticamente, el petróleo supone todo su PIB. En aquel discurso, advertía de los peligros del uso excesivo de combustibles fósiles e instaba a unirse a los países productores y consumidores s fin de encontrar vías que redujeran el uso de dichos combustibles. Resultaba sorprendente que ese discurso surgiera de un productor de petróleo. Pero, ya saben, él era en parte indio, de origen indígena. A diferencia de las cosas divertidas que hizo, no se informó nunca de este aspecto de su intervención ante la ONU.

Así pues, por un extremo tienen las sociedades indígenas tribales intentando detener la carrera al desastre. En el otro extremo, las sociedades más poderosas y ricas de la historia del mundo, como Estados Unidos y Canadá, inmersas en una veloz carrera para destruir el medioambiente lo más rápidamente posible. A diferencia de Ecuador y de las sociedades indígenas por todo el mundo, quieren extraer de la tierra hasta la última gota de los hidrocarbonos y a la máxima velocidad posible.

Los dos partidos políticos estadounidenses, el Presidente Obama, los medios y la prensa internacional parecen esperar con gran entusiasmo eso que llaman “un siglo de independencia energética” para EEUU. La independencia energética es un concepto que casi no tiene sentido, pero dejemos eso ahora a un lado. Lo que están queriendo decir es esto: Tendremos un siglo en el que vamos a maximizar el uso de combustibles fósiles y contribuir cuanto podamos a la destrucción del planeta.

E igual pasa por casi todas partes. Es cierto que en lo que se refiere al desarrollo de las alternativas energéticas, Europa está intentando hacer algo. Mientras tanto, EEUU, el país más rico y poderoso en la historia del mundo, es la única nación entre las cien más importantes que no tiene una política nacional para restringir el uso de combustibles fósiles, que ni siquiera tiene objetivos de energía renovable. Y no es porque su población no quiera. Los estadounidenses están muy cerca de la media internacional en su preocupación por el calentamiento global. Son sus estructuras institucionales las que bloquean el cambio. Los intereses empresariales no quieren y tienen un poder casi absoluto a la hora de determinar las políticas, por lo que, en un montón de cuestiones, incluida ésta, hay una enorme brecha entre lo que quiere la opinión pública y lo que los políticos hacen.

Por tanto, eso es lo que el futuro historiador –si es que queda alguno- vería. Podría también leer las revistas científicas actuales. Casi cada una de las que abra contendrá una predicción más terrible que la anterior.

“El momento más peligroso en la historia”

La otra cuestión es la guerra nuclear. Somos conscientes desde hace bastante tiempo de que si una gran potencia lanza un primer ataque, incluso aunque no haya represalias, lo más probable es que la civilización acabara desapareciendo tan sólo por las consecuencias que sobrevendrían del invierno nuclear. Pueden leer sobre ello en el Bulletin of Atomic Scientists. Lo entenderán bien. El peligro ha sido siempre mucho más grave de lo que pensábamos.

Acaba de pasar el 50º aniversario de la Crisis de los Misiles de Cuba, que el historiador Arthur Schlesinger, asesor del Presidente John F. Kennedy, denominó como el “momento más peligroso en la historia”. Y lo fue. Nos salvamos por los pelos y tampoco fue ésa la única vez. Sin embargo, de alguna manera, el aspecto más negativo de todos esos nefastos sucesos es que no se aprenden las lecciones.

Se ha adornado mucho lo acaecido en la Crisis de los Misiles de octubre de 1962 para que parezca que abundaron los actos de coraje y reflexión. La verdad es que todo el episodio fue cosa de locos. Hubo un punto, cuando la crisis estaba alcanzando su momento álgido, en que el Premier soviético Nikita Kruschev escribió a Kennedy ofreciéndole solucionarla a través de un comunicado público informando de la retirada de los misiles rusos de Cuba y de los estadounidenses de Turquía. En realidad, Kennedy ni siquiera sabía en aquel momento que EEUU tuviera misiles en Turquía. Iban a retirarlos de todas formas porque iban a sustituirlos con los submarinos nucleares Polaris, mucho más letales e invulnerables.

Así pues, la oferta fue ésa. Kennedy y sus asesores la consideraron y la rechazaron. En aquella época, el mismo Kennedy valoraba las probabilidades de una guerra nuclear entre un tercio y la mitad. Por tanto, estaba dispuesto a aceptar un riesgo muy alto de destrucción masiva a fin de establecer el principio de que nosotros –y sólo nosotros- tenemos derecho a disponer de misiles de ataque más allá de nuestras fronteras, donde se nos antoje, no importa el riesgo que supongan para otros, o para nosotros mismos si las cosas se salen de madre. Tenemos ese derecho, nadie más.

Sin embargo, Kennedy aceptó un acuerdo secreto para retirar los misiles que EEUU estaba ya retirando, aunque nunca se hizo público. Es decir, Kruschev tenía que retirar abiertamente los misiles rusos mientras que EEUU retiraba secretamente los suyos, que se habían quedado obsoletos; por tanto, había que humillar a Kruschev pero Kennedy tenía que mantener su imagen de macho. Fue muy alabado por esto: valor y sangre fría bajo la amenaza, etc. El horror de sus decisiones no llegó siquiera a mencionarse, intenten encontrarlo en los archivos…

Y por añadir algo más, un par de meses antes de que estallara la crisis, EEUU había enviado misiles con ojivas nucleares a Okinawa. Misiles que estuvieron apuntando hacia China durante un período de gran tensión regional.

Bien, ¿y a quién le importa? Tenemos derecho a hacer lo que se nos antoje en cualquier lugar del mundo. Esa fue una de las lecciones funestas de esa época, pero irían llegando más.

Diez años después, en 1973, el Secretario de Estado Henry Kissinger emitió una alerta nuclear de alto nivel. Fue su forma de advertir a los rusos que no interfirieran en la guerra árabe-israelí en marcha y, especialmente, que no interfieran una vez que informó a los israelíes de que podían violar el alto el fuego que EEUU y Rusia acababan de acordar. Afortunadamente, no sucedió nada.

Diez años más tarde, el Presidente Ronald Reagan llegaba al poder. Poco después de que pusiera un pie en la Casa Blanca, él y sus asesores hicieron que la Fuerza Aérea empezara a penetrar en el espacio aéreo ruso para obtener información acerca de los sistemas de alerta rusos, la denominada Operación Able Archer [Arquero Capaz]. Se trataba esencialmente de ataques simulados. Los rusos se sentían inseguros, algunas autoridades de alto nivel temían que ese fuera un paso hacia un primer ataque real. Por fortuna no reaccionaron, aunque estuvieron a punto. Y todo sigue igual.

¿Qué hacer con las crisis nucleares iraní y norcoreana?

Por el momento, la cuestión nuclear, en los casos de Corea el Norte e Irán, sigue ocupando regularmente las primeras páginas de los medios. Pero hay vías para poder abordar estas crisis actuales. Quizá no funcionen pero al menos hay que intentarlo. Sin embargo, no se están teniendo en cuenta, ni siquiera se informa de ellas.

Cojamos el caso de Irán, que es considerado en Occidente –no en el mundo árabe, no en Asia- como la amenaza más grave para la paz mundial. Es una obsesión occidental y es interesante investigar las razones de ello, no obstante, dejémoslo a un lado por el momento. ¿Hay alguna vía para abordar esa supuesta amenaza tan grave para la paz mundial? En realidad hay muchas. Hay una vía, muy sensata, que se propuso hace un par de meses en una reunión de Países No Alineados en Teherán. De hecho, estaban sólo reiterando una propuesta que tiene varias décadas de existencia y que especialmente impulsada por Egipto y aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

La propuesta consiste en avanzar hacia el establecimiento de una zona libre de armas nucleares en la región. Esa no sería la respuesta a todo, pero sería un paso adelante muy significativo. Y hay otras maneras de proceder. Bajo los auspicios de la ONU, debería haberse celebrado en Finlandia el pasado mes de diciembre una conferencia internacional para intentar poner en marcha una serie de planes que desarrollaran esa propuesta. ¿Qué fue lo que sucedió?

No lo habrán podido leer en los periódicos, porque no se informó de nada, sólo en algunas revistas especializadas. A primeros de noviembre, Irán manifestó su acuerdo en asistir a la reunión. Un par de días más tarde, Obama canceló la reunión, diciendo que no era el momento adecuado. El Parlamento Europeo emitió un comunicado pidiendo que se mantuviera, al igual que los Estados árabes. No se consiguió nada. Así pues, impongamos sanciones cada vez más duras contra la población iraní –que ni rozan al régimen- y después ¡a la guerra! ¿Quién sabe qué sucederá?

La misma historia tiene lugar en Asia Nororiental. Puede que Corea del Norte sea el país más loco del mundo. Sin duda que es un buen competidor al título. Pero sí tiene sentido intentar averiguar qué hay en la mente de la gente cuando actúa de forma loca. ¿Por qué se comportan así? Tan sólo pongámonos un poco en su situación. Imaginen lo que significó en los años de la Guerra de Corea, en los primeros años de la década que se inició en 1950, que tu propio país acabara totalmente arrasado, totalmente destruido por una inmensa superpotencia, que además se regodeaba en lo que estaba haciendo. Imaginen la huella que eso deja atrás.

Tengan en cuenta que es probable que los líderes de Corea del Norte leyeran las revistas militares públicas de la época de esa superpotencia que explicaban que, una vez arrasado todo en Corea del Norte, se envió a la fuerza aérea para destruir las presas norcoreanas, presas inmensas que controlaban el suministro de agua; y se hizo a propósito, un crimen de guerra por el que se colgó a gente en Nuremberg. Y esas revistas oficiales hablaban con excitación de lo maravilloso que era ver cómo el agua se desperdiciaba inundando los valles mientras los asiáticos corrían a la desesperada tratando de sobrevivir. Las revistas se mostraban exultantes de lo que eso significó para aquellos “asiáticos”, horrores que escapan a cualquier imaginación. Significó la destrucción de sus cosechas de arroz, lo que a su vez impuso hambruna y muerte. ¡Cuánta gloria! No ha quedado en nuestra memoria, pero sí en su memoria.

Volvamos al presente. Hay una interesante historia reciente. En 1993, Israel y Corea del Norte se estaban acercando a un acuerdo por el cual Corea del Norte dejaría de enviar misiles o tecnología militar a Oriente Medio e Israel reconocería a aquel país. El Presidente Clinton intervino y lo bloqueó. Poco después, en represalia, Corea del Norte llevaba a cabo una prueba nuclear de importancia menor. EEUU y Corea del Norte llegaron entonces, en 1994, a un marco de acuerdo que detuvo sus desarrollos nucleares y que fue más o menos cumplido por ambas partes. Cuando George W. Bush llegó al poder, es posible que Corea del Norte tuviera un arma nuclear y se pudo comprobar que no estaba produciendo más.

Bush lanzó inmediatamente su militarismo agresivo, amenazando a Corea del Norte –“el eje del mal” y tal y tal-, por lo que este país se puso de nuevo a trabajar en su programa nuclear. Cuando Bush dejó el cargo, tenían de ocho a diez armas nucleares y un sistema de misiles, otro gran logro neocon. Entre medias, sucedieron otras cosas. En 2005, EEUU y Corea del Norte llegaron finalmente a un acuerdo por el cual este último país tenía que acabar con todas las armas nucleares y desarrollo de misiles. A cambio, Occidente, pero sobre todo EEUU, tenía que proporcionar un reactor de agua ligera para sus necesidades médicas y poner fin a las declaraciones agresivas. A continuación, firmarían un pacto de no agresión e intentarían llegar a un acuerdo razonable.

Todo era muy prometedor, pero Bush se puso a dinamitarlo casi de inmediato. Retiró la oferta del reactor de agua ligera e inició programas para obligar a los bancos a que dejaran de realizar transacciones norcoreanas, incluso las que eran totalmente legales. Los norcoreanos reaccionaron recuperando su programa de armas nucleares. Y todo esto es lo que viene sucediendo.

Es bien conocido. Pueden leerlo directamente en la principal corriente de la erudición estadounidense. Lo que dicen es lo siguiente: es un régimen muy loco, pero sucede que está siguiendo la política del talión. Vosotros hacéis un gesto hostil y nosotros respondemos con algún gesto loco de los nuestros. Vosotros hacéis un gesto de acercamiento y nosotros os respondemos de la misma manera.

Por ejemplo, se han llevado a cabo hace poco maniobras militares entre EEUU y Corea del Sur en la península de Corea que, desde el punto de vista de Corea del Norte, tenían una intención intimidatoria. Nosotros pensaríamos también que esas maniobras son amenazantes si se produjeran en Canadá y nos tuvieran en el punto de mira. En el curso de las mismas, los bombarderos más avanzados de la historia, los Stealth B-2 y los B-52, llevaron a cabo ataques simulados de bombardeo contra las fronteras de Corea del Norte.

Sin duda, esto activa las alarmas del pasado. Ellos recuerdan bien ese pasado, por eso están reaccionando de una forma muy agresiva y extrema. Y Occidente piensa que todo eso no es más que una demostración de lo locos y horribles que son los dirigentes norcoreanos. Lo son. Pero esa no es toda la historia, y así es cómo el mundo viene funcionando.

Y no es precisamente que no haya alternativas. Las hay, pero no se están teniendo en cuenta. Y eso es peligroso. Por tanto, si se preguntan qué aspecto tendrá el planeta, no van a contemplar un cuadro muy agradable. A menos que la gente haga algo. Siempre podemos hacer algo.

[Nota: Este ensayo se ha adaptado (con la ayuda de Noam Chomsky) de una entrevista por video realizada en la página web WHAT, dedicada al integrar los conocimientos de diferentes campos con el objetivo de fomentar el equilibrio entre lo individual, la sociedad y el medio ambiente.]

Noam Chomsky es profesor emérito en el Departamento de Lingüística y Filosofía del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Es colaborador habitual de TomDispatch y autor de numerosas obras de análisis político, entre ellas “Hopes and Prospects” y “Making the Future”. El pasado enero publicó en Metropolitan Books, junto con David Barsamian: “Power Systems: Conversations on Global Democratic Uprisings and The New Challenges to U.E. Empire”.
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175707/tomgram%3A_noam_chomsky%2C_the_eve_of_destruction/#more

Fuente: Red Mundial de Comunidades Eclesiales

jueves, 26 de julio de 2012

Colombia: El Cauca y el resarcimiento de la memoria.


Por Efraín Jaramillo Jaramillo*
Los historiadores y los politólogos, además de que trabajan con fuentes secundarias, que ya de por sí son miradas de otros sobre hechos pasados, tienen las mañas de lanzar pronósticos sobre la evolución de los acontecimientos sociales. Los que predicen muy orondos la paz, que está a la vuelta de la esquina, o los que nos vaticinan una guerra de cien años (nos faltarían todavía 50), basados en tal o cual estrategia militar del Estado, por lo regular se pifian.
Los antropólogos, aunque no faltan los que se alucinan con la astrología y desde el movimiento de los astros también predicen, tienen más oportunidad, aunque tampoco muchos la utilizan, contacto con los fogones indígenas y pueden acercarse a la memoria colectiva y entender que la violencia y exclusión sufridas por estos pueblos no pueden ser olvidadas, pero también llegar a comprender la razón de que los indígenas persistan en la idea de que sólo luchando, como lo han hecho sus ancestros durante décadas, pueden superar los impases que se le han presentado en la historia. Lo más importante: de esa memoria colectiva es que derivan su fuerza y su optimismo. Y eso que viene desde las comunidades, pensado y decidido “desde los fogones de los ancestros” como dicen los indígenas, es lo que en últimas cuenta a la hora de pisar tierra y enfrentar a sus enemigos.
Mantener viva la memoria se constituye en un deber para la sobrevivencia de un pueblo, por aquello de que el olvido es “el triunfo definitivo del enemigo” y “una injusticia absoluta”, como lo consideraba el rumano Elie Wiesel, que como niño judío vivió los horrores del exterminio nazi en Buchenwald. En un hermoso texto de dos cuartillas, “Los peligros de la indiferencia” (1999), comenta que ese niño “Creyó que nunca volvería a ser feliz. Liberado un día antes por los soldados americanos, recuerda su rabia ante lo que encontraron allí. Y mientras viva, ese joven siempre les agradecerá su rabia y también su compasión. Aunque no entendía su idioma, sus ojos le informaron de lo que necesitaba saber: que ellos también recordarían y darían fe de lo que acababan de ver.” Y concluye su alocución diciendo que “Una vez más, pienso en el chico judío de los Cárpatos. Ha acompañado al hombre anciano en el que me he convertido a lo largo de estos años de lucha y búsqueda. Juntos caminamos hacia el nuevo milenio, impulsados por un profundo temor y una extraordinaria esperanza.”Las maravillas que hace la memoria. No es gratuito que el poder le tenga tanta animadversión a la memoria de sus súbditos.
Hace un par de años fui invitado por la universidad indígena del Cauca, la UAIIN, a dar un concepto sobre su desarrollo. No sabía mucho sobre lo que tenía que hacer. Pero sí tenía en la cabeza ese texto de Elie Wiesel sobre la necesidad de no olvidar. Y fue allí donde encontré el camino para enunciar un concepto sobre el proyecto de educación del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). Todavía no sé sirvió de algo. Para mi si fue útil, pues me di cuenta de la importancia que ha tenido el proyecto de educación para la recuperación y conservación de la memoria, ante todo para evitar que las nuevas generaciones que entran en escena, borren de la historia, por conveniencia o por indiferencia, episodios esenciales del desarrollo de la política y de las organizaciones indígenas. Un par de ejemplos sirven para ilustrar este fenómeno tan común en la historia.
Es muy conocido el hecho de que Stalin quitaba de las fotografías a sus contradictores; el más emblemático caso fue el de Trotsky, que fue borrado de todas las fotos, de la historia oficial y de este mundo. Pero también es conocido el caso de los Astecas, que para esconder y hacer olvidar su humilde origen de pueblos cazadores y guerreros de las praderas del Norte, construyeron sus templos sobre los templos Olmecas y Toltecas, una vez se tomaron el poder en México. Lo mismo hicieron los cristianos, que una vez caída Tenochtitlan, construyeron sus iglesias y catedrales encima de los templos Astekas. Abreviando, Esa especie de talibanes que destruyen templos y estatuas, y borran de la historia a sus contradictores los hay muchos, en todo el mundo y en todas las épocas y en todas las doctrinas. Por eso la necesidad de mantener viva la memoria, como la de ese chico judío, o la de las ya “abuelas” de la plaza de mayo en Argentina.
Pero volvamos al Cauca. En esa ocasión y queriendo honrar a la universidad indígena del Cauca, me aventuré a hacer memoria sobre las luchas del CRIC y el papel que habían jugado la educación en la formación de sus dirigentes y en el desarrollo de su organización, el CRIC. Hoy quiero volver a hacer memoria, para tratar de entender lo que sucede con las llamadas “revueltas indígenas” en el Cauca.
* * *
En el Cauca indígena se mueven tres proyectos políticos, cada cual pugnando por encontrar el camino de su supremacía sobre los otros, pues definitivamente son proyectos contrapuestos, están enfrentados y se excluyen mutuamente. Definitivamente no pueden convivir. Son proyectos arraigados en las comunidades, con ideologías propias. Nada más lejano entonces esa idea que sostenía el alcalde indígena de Toribío, Ezequiel Vitonás, que lo que sucedía era que todos los actores habían infiltrado a los indígenas. Esa inútil idea de la infiltración y conspiración, ni es cierta, ni explica nada. Es la maniobra del avestruz. Ni nada más torpe que la idea expresada por el senador indígena Marcos Avirama de que “nos mamamos”, para explicar las acciones de la guardia indígena, pues como el resto de burócratas indígenas del país, se entera por los noticieros de lo que sucede en sus pueblos.
El primer proyecto político que ha habido en el Cauca es el del Estado. Siempre ha estado ahí, agenciado por la iglesia (hoy tenemos que hablar en plural: iglesias), los terratenientes, los comerciantes y los partidos tradicionales (liberal y conservador) que los representaban. Contra este proyecto, dominante en su época,se enfrentó el legendario líder Páez Manuel Quintín Lame y posteriormente el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). La respuesta que dio este proyecto político del Estado para no perder su hegemonía, fue múltiple. Puso en práctica todas las formas de lucha.
Una violenta, que produjo en un lapso de 10 años más de medio millar de muertos indígenas. Combinando esta forma de lucha violenta, Cornelio Reyes, conservador laureanista y ministro de gobierno del presidente liberal Alfonso López Michelsen, puso en marcha la vía desarmada: creó el Consejo Regional Agrario del Cauca (CRAC) para hacerle contrapeso al CRIC y mantener en cintura a los cabildos indígenas, que se escapaban a su control.
La promesa del gobierno al CRAC era la entrega de tierras y recursos, siempre y cuando se abandonara la toma de tierras que venía impulsando el CRIC. Este intento del gobierno por reventar al CRIC fue vano y fracasó estruendosamente.
Es alucinante la similitud del CRAC con la creación en marzo de 2009 de la Organización de los Pueblos Indígenas del Cauca (OPIC), impulsada por el ministro del interior Fabio Valencia Cossio, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Este engendro del gobierno, al igual que el del CRAC, se realizó para contener los avances del movimiento indígena, en este caso de sus marchas. No sorprendió a nadie el hecho de que tras su conformación, la OPIC hubiera declarado su apoyo a la Seguridad Democrática y alabara la Confianza Inversionista, proyectos bandera del presidente Uribe.
El proyecto político del Estado perdió terreno y dejó de ser el dominante, aunque todavía tiene vida en la OPIC, que actualmente se ha convertido en la principal contradictora de los indígenas del CRIC y de la ACIN. La presidenta de esta organización, Ana CiliaSecue, es hábilmente utilizada por la prensa cercana al gobierno, ante todo al expresidente Uribe, para desacreditar este pacífico levantamiento indígena contra todos los actores armados en el Cauca.
El segundo proyecto político en el Cauca indígena es el del Partido Comunista (PC), que tuvo su auge en los años 60 y se fortaleció con la creación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Toribio, hoy en el centro del conflicto, fue el baluarte más importante del PC en el Cauca. El gran dirigente indígena del Norte del Cauca, Avelino Ul, pertenecía al PC, en momentos en que las luchas indígenas por la tierra se extendían de la zona Centro a la zona Norte.
Avelino apoya las luchas indígenas por la tierra impulsadas por el CRIC y se presenta un distanciamiento de éste con su partido. Y aunque Avelino es asesinado, la movilización por la tierra continúa, dándole la supremacía al CRIC en esa región; el proyecto del PC se desvanece, no sin antes poner en práctica todas las formas de lucha, entregándole a las FARC el liderazgo del proyecto comunista.
En esos años algunos propietarios de tierras de resguardo habían entrado a hacer parte de la Unión Nacional de Oposición (UNO) fundada por el Partido Comunista, con el “combativo respaldo” del Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (MOIR). Fue esa la época donde los indígenas recibieron la advertencia de las FARC de no “invadir” (“recuperar” para los indígenas) las tierras de militantes de la UNO. Lo que comenzó siendo una amenaza, terminó con el asesinato (“ajusticiamiento” según las FARC) en febrero de 1981 del líder José María Ulcué y 8 indígenas más.
Para esa época se era tan pusilánime, que el comunicado del CRIC decía (no recuerdo bien) algo así como que “… nos extrañaría y deploraríamos que fuerzas que se dicen revolucionarias,tuvieran que ver con este hecho que hoy enluta a las comunidades indígenas del Cauca…” Fue el primer grupo de autodefensa indígena que surgió en un resguardo para contender las acciones de los “pájaros” (asesinos a sueldo de los terratenientes).
Este hecho acaecido en el resguardo de Munchique-Los Tigres, más el asesinato en 1982 de Ramón Júlicue, líder indígena páez del resguardo de San Francisco en el Norte del Cauca a manos de las FARC y el asesinato del querido sacerdote paéz Álvaro Ulcué Chocué en 1984 ordenado por los terratenientes, a los cuales se les había recuperado la tierra en Toribío y otros resguardos del Norte del Cauca, fueron los hechos más ostensibles para que se fundara el Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL), con 139 hombres y mujeres, en su mayoría indígenas paeces.
Hay que recordar que el VI congreso del CRIC en marzo de 1981 (todavía estaban calientes los cuerpos de los asesinados del grupo de autodefensa indígena), se realizó en Toribio, donde el párroco era el paez Alvaro Ulcué. De ese congreso salió el impulso para recuperar las tierras de los resguardos. La recuperación de las tierras de resguardo en el Norte del Cauca no sólo derrotó a los terratenientes, sino que acabó con la hegemonía del PC en Toribío.
A Álvaro Ulcué, que había sido el anfitrión y principal promotor del VI Congreso lo responsabilizaron de esta derrota, no sólo del proyecto del Estado, sino del proyecto comunista. Aunque se sabe que entre los que asesinaron a Álvaro en Santander de Quilichao se encuentran dos policías del entonces F-2, hoy todavía persisten las dudas, de la misma forma que hay dudas frente al asesinato de Avelino Ul, después de que Avelino se acerca a las luchas del CRIC por la tierra (“torcida” según el proyecto político del PC).
Después de muchos enfrentamientos entre el MAQL y las FARC, que causaron más de un centenar de muertos de ambas partes se llegó a un acuerdo de no agresión. Ese acuerdo duerme el sueño de los justos, pues fueron suscritos por Jacobo Arenas, Manuel Marulanda y Alfonso Cano, que ya no viven.
Pero un acuerdo de no agresión no significó que las FARC abandonaran el territorio indígena. Por el contrario, para nadie es un secreto que estrechamente ligada a la ocupación de los territorios indígenas surgen una serie de organizaciones indígenas, cuyo objetivo central es recuperarle al CRIC el terreno político perdido. En agosto de 2006 en Caloto sale a la luz pública un grupo de indígenas provenientes de Caldono y Jambaló, que se hacen llamar “Movimiento Sin Tierra Nietos de Quintín Lame”. Y con indígenas de los resguardos de Miranda, Corinto, Tacueyó, Toribío y San Francisco, lasAsociaciones Indígenas Lorenzo Ramos y Avelino Ul, que comienzan a ser muy activos en la recuperación de tierras en la zona plana del Norte del Cauca y en el proyecto de Liberación de la Madre Tierra. Este proyecto político comunista está, como se dice en argot popular “vivito y coleando”.
El tercer proyecto político al cual queremos hacer referencia y que aquí describimos de último, pero que es el más importante, es el que surge en 1971 en Toribio, con la fundación del CRIC, en un contexto generalizado de lucha campesina por la tierra, que para el caso indígena tuvo que ver con la recuperación de las tierras de sus resguardos, agobiados como el resto de campesinos negros y mestizos del país, por la miseria debido a la falta de tierras. No extraña que la principal reivindicación del CRIC tuviera entonces que ver con la ‘recuperación de las tierras de los resguardos’. Y tampoco fue casual que los indígenas que más apoyaron la creación del CRIC fueran los ‘terrajeros’, aquellos indígenas sin tierra que tenían que trabajar gratuitamente para el patrón varios días al mes, a cambio de recibir en usufructo un pedazo de su propia tierra. Estos terrajeros provenían de varias zonas indígenas del Cauca. Los más conocidos y combativos eran los de El Credo, en el Municipio de Caloto, pero venían también terrajeros de San Fernando y el Gran Chimán (que según Álvaro Tombé eran los “más verracos para recuperar tierras”) en el resguardo de Guambía y de Loma Gorda, en Jambaló.
Este proyecto se fraguó principalmente en el Cauca por ser esta la región que se ha caracterizado por sus enérgicas protestas y levantamientos protagonizadas por sus pobladores ancestrales contra los poderes que los han dominado; por lo general estos alzamientos eran de naturaleza insurreccional en la medida en que estaban dirigidos contra gobiernos locales, que representaban los intereses de los gamonales, los terratenientes y la iglesia, que en casi todas las zonas estaban aliados o eran los mismos.
Esta lucha iniciada por los terrajeros, los más pobres y desposeídos, los más ofendidos, humillados y explotados por una clase semi-feudal, fue una gran lección. Cuando esos terrajeros impugnaron el poder de los gamonales, la iglesia y los partidos políticos para recuperar las tierras de sus ancestros, estaba surgiendo un proyecto político nuevo. Sobre este hecho hicimos memoria (con el corazón que es la memoria más auténtica, más inmediata) en la celebración de los 40 años del CRIC en febrero de 2011: “Nos lo decía el corazón, que estábamos viviendo una hora americana, de esas insurrectas que le han dado giros radicales a la historia. Hoy sus hijos y nietos tienen la obligación de mantener vivo este legado, no entregar jamás las conquistas logradas, no dejarse doblegar ante la fuerza y continuar el camino abierto por ellos”.
En febrero de 1985 se celebró en el resguardo de Vitoncó una asamblea del CRIC, donde participaron todos los cabildos indígenas del Cauca (para ese entonces 45). Esa asamblea es de una importancia proverbial para el proyecto político propio, por cuanto fue la primera vez que las autoridades indígenas resuelven unificar sus fuerzas para repeler todos los intentos de menoscabar su autonomía. En este encuentro hizo presencia pública, el MAQL, el cual se comprometió a repeler cualquier ataque a los resguardos y a los cabildos, y a respetar la autoridad indígena en sus territorios. Con la Resolución de Vitoncó se disuadió a aquellos adversarios de los indígenas de continuar con sus acciones punitivas contra los líderes que estaban al frente de la recuperación de tierras. De paso es bueno decir que en esa asamblea de Vitoncó se hizo presente las FARC con dos altos mandos del VI frente.
Para los que hemos participado de obra y pensamiento en ese proyecto político autónomo de los indígenas del Cauca y admiramos la resistencia de las comunidades, desde la cotidianidad del trabajo en sus huertos, para evitar que se destruyan cosas básicas de su entorno que están conectadas, como la tierra, el agua, los bosques, para proteger su comida, sus semillas y en fin, todo aquello que tiene que ver con la vida misma; y que observamos de cerca los esfuerzos que hacen por sacar adelante sus proyectos de educación y salud, pero también la resistencia que ofrecen para no dejarse quitar sus logros políticos y económicos, que son muchos, nos sentimos orgullosos de que ese proyecto político propio tome nuevos aires y vuelva a ser un referente organizativo para los afrocolombianos y campesinos del Cauca, y porqué no, para los colombianos.
Esos escenarios desde donde operan este proyecto político propio y autónomo, deja así de ser marginal para volverse una fuerza que pueda concluir el proceso de descolonización que se emprendió hace 40 años, y se pueda detener, y quizás algún día revertir, los procesos en marcha que continúan mercantilizando los territorios, la madre tierra que llaman los indígenas.
Para terminar me quiero disculpar ante el CRIC, si hace unos meses expresé mi desesperanza en una entrevista (“Hacia donde va el movimiento indígena colombiano”) manifestando mis dudas de que se ese proyecto propio y autónomo pudiera seguir con vida ante el avance de esos otros dos proyectos políticos, del Estado y de la izquierda. Y digo desesperanza porque del proyecto del Estado, manejado por la derecha, de allí los indígenas no pueden esperar nada; de allí sólo vienen empeños por deshumanizarlos y convertirlos en chivos expiatorios de todos los atrasos del país. Y Dios los salve que el expresidente Uribe, vuelva por sus fueros con su recién creado partido “Puro Centro Democrático”, que no tiene nada de puro ni de democrático, pero si aspira a ser el centro, alrededor del cual gire toda la vida política del país, un centro fascistoide que si sabe como emplear todas las formas de lucha. Pero tampoco el proyecto político del PC tiene algo que ofrecerles a los indígenas.
Son y continuaran siendo dos mundos diferentes en permanente colisión. Lo peor es que este proyecto esta sostenido por un aparato armado que impide cualquier ejercicio democrático en la región. Pero tampoco los indígenas pueden esperar algo de las izquierdas desarmadas. Y quiero reiterar aquí lo que dije en la entrevista que ha causado tantas respuestas airadas: “… las izquierdas de Colombia no son un dechado de virtudes y les falta la grandeza de espíritu, la elevada moral y los gestos nobles, que Rosa Luxemburgo consideraba fundamentales para hacer historia… Son colosos con pies de barro que se desploman al tocar tierra indígena, pues frente a la cuestión étnica tienen demasiadas ideas filosóficas, pero carecen de propuestas políticas prácticas para los pueblos indígenas y afrocolombianos.
El proyecto político del PC y de las otras izquierdas está declinando y el proyecto propio está con el viento a la espalda, por lo menos así se lo hicieron entender a los colombianos los indígenas paeces con sus bastones de mando. Ese hecho hace que el comportamiento agresivo de Lucho contra el ejército, pase a un segundo plano. El sargento lo entenderá, pero también recibirá una disculpa, pues conozco el talente guerrero, pero también sensato y generoso de Lucho.

*Efraín Jaramillo Jaramillo es antropólogo colombiano, director del Colectivo de Trabajo Jenzerá, un grupo interdisciplinario e interétnico que se creó a finales del siglo pasado para luchar por los derechos de los embera katío, vulnerados por la empresa Urra S.A. El nombre Jenzerá, que en lengua embera significa hormiga fue dado a este colectivo por el desaparecido Kimy Pernía.

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Fuente: Servindi