domingo, 29 de enero de 2012

Amenaza de elitismo en la lectura.




Hace algunos días leí un artículo que mencionaba que en Australia y Nueva Zelanda se está llevando a cabo un proyecto experimental, el cual consiste en cobrar por el préstamo de libros electrónicos en bibliotecas públicas con el objetivo de obtener recursos ante los recortes presupuestarios derivados de la crisis económica. Para Peter Brantley, director de la Internet Archive’s Bookserver Project, una librería digital sin ánimo de lucro, ésta es una forma de que “las editoriales depositen una mayor confianza en las bibliotecas a la vez que éstas siguen ofreciendo su principal servicio. Las novedades o los títulos más vendidos serían los primeros en entrar en este sistema de pago”.

Sin embargo, esta propuesta contraviene la idea tan extendida de que los contenidos publicados en formatos digitales son más económicos que los publicados en papel. Pues hasta el momento, las bibliotecas públicas siguen prestando libros sin costo alguno. ¿Por qué debería cobrar por los digitales, si ya no existe proceso editorial alguno a nivel industrial? Pero esto es sólo una muestra de la amenaza económica que se cierne sobre la lectura en el futuro.

En el otoño del año pasado, Amazon lanzó el Lector Electrónico Kindle más barato del mercado. En Europa tiene un costo de 99€, es decir, en España corresponde al 15,43% de un mes de salario mínimo: 641,40€ (hoy congelado por el gobierno del Partido Popular). En México, por otra parte, se deben pagar $76 dólares, es decir, poco más de $995. Lo que significa más del 50% del salario mínimo, que ronda actualmente los $1,870 pesos, y en algunas zonas de la República incluso es menor. Así que para una familia común, integrada por cuatro personas, e incluso llegando a sueldos medios, adquirir alguno de estos dispositivos implica un gasto importante.

Quizá esta idea sea fácilmente rebatible argumentando que los eBooks son más baratos. En el caso de España no es así, además de que recordemos que el catálogo hasta el momento es muy reducido. También es cierto que existen eBooks gratuitos en Amazon, pero de dudosa calidad. En lo personal tuve la mala experiencia de adquirir un Quijote incompleto y que sólo gracias a los comentarios de los usuarios, pudieron recomendarme una versión completa. Por supuesto, la empresa proveedora nunca avisa de estos inconvenientes. No tengo muy claro si se debe precisamente a su gratuidad. También me llamó la atención que los eBooks no mencionen la versión de la edición que se está leyendo ni dé crédito a los traductores cuando se trata de un libro originalmente escrito en otra lengua.

Es curioso que hasta el momento no haya surgido un movimiento a favor de la reducción de los costos de los eReaders, mientras que existen millones de voces que exigen la disminución al mínimo de los contenidos. Como si pensáramos que el costo de un dispositivo es justo por su calidad técnica. ¿Y por qué no pensamos lo mismo de una obra literaria?

Hace dos años, durante una charla del Bookcamp de Kosmópolis, después de que uno de los ponentes enumerara las diversas interfaces de lectura a lo largo de la historia, desde la tabla de arcilla hasta los eBooks, y alabar estos últimos, principalmente porque su coste es menor al del papel, lo que permitiría un mayor acceso para todos, le pregunté sobre los costos de los dispositivos electrónicos. Después de enardecerse un poco me dijo que éste se reduciría igual que los móviles debido a la demanda del mercado. No obstante, la actual crisis económica ha demostrado que el mercado no es lo más confiable y que las desigualdades sociales son cada vez mayores.

En España, actualmente se está solicitando que los eBooks tengan el mismo IVA reducido que los libros de papel. Pero nadie ha pedido lo mismo para los lectores electrónicos. Recordemos que sin eReader, el cual ofrece un tamaño ideal, una calidad de pantalla insuperable y una gran facilidad de uso (lo que los posmodernos llamarían User Friendly), es imposible acceder a un eBook. O sí, pero a través de dispositivos que no están creados para una lectura constante.

Quizá es muy temprano para saber qué va a pasar en un futuro inmediato con el desarrollo de la lectura, aunque estos ejemplos demuestran que está todavía muy lejos de convertirse en una actividad generalizada, a la cual toda la población pueda acceder, sin importar el país del que hablemos.

Hasta el momento los libros en papel (con sus ediciones revisadas), las escuelas, el compromiso público de las bibliotecas, el préstamo mano a mano, siguen siendo un método efectivo para que la gente pueda acceder a los libros y su lectura. Si dejamos que los grandes monopolios electrónicos asuman este papel, más adelante nos encontraremos con una enorme brecha cultural, no sólo entre países, sino dentro de sus sociedades, ya sean desarrolladas o no.

De nosotros depende que la lectura siga siendo un derecho y no un bien de consumo al alcance de unos pocos.

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