Por José M. Castillo
Pienso aquí en quienes nos quejamos de la Iglesia. En quienes la defendemos o la atacamos. En quienes nos identificamos con ella o en los que no estamos de acuerdo con lo que hace y con lo que dice. ¿No hemos pensado - alguna vez al menos - que el problema no es el papa, ni la curia vaticana, ni la jerarquía, ni el clero, ni los laicos progresistas, ni los conservadores, ni los de derechas, ni los de izquierdas, ni los buenos, ni los malos? ¿No hemos caído en la cuenta todavía de que nuestros problemas con la religión, con la Iglesia, con la fe y con todo lo que se relaciona con esas grandes cuestiones, en definitiva, son nuestros problemas con Dios?
Porque, vamos a ver, si la religión tiene alguna razón de ser, es porque somos muchos los seres humanos que estamos persuadidos de la religión nos lleva Dios. Y porque pensamos que Dios se comunica con nosotros a través de la religión, sea cual sea la forma en que cada cual entiende y practica sus creencias religiosas. Y lo que digo de la religión, vale lo mismo de la Iglesia. El que se entusiasma con lo que dice el papa, sin duda alguna, es porque piensa que es Dios quien habla por boca de ese hombre concreto que ahora ocupa el papado.
Y el que se pone nervioso con lo que hace o dice el papa, sin duda alguna, debe ser porque está convencido de que el papa es el portavoz de una autoridad última y definitiva, que no puede ser sino Dios mismo.Pues bien, si digo estas cosas, es porque cada día veo más claro que nuestros problemas con la religión y con la Iglesia son, en última instancia, problemas con Dios.
Porque, si la religión y la Iglesia tienen alguna razón de ser, es porque son las "mediaciones" a través de las cuales nos relacionamos con Dios. Es verdad que han existido religiones en las que Dios (o los dioses) pintaban poco. Por ejemplo, es bien sabido que, en las antiguas religiones del Imperio Romano, lo importante no eran los dioses, sino los ritos, de forma que, mediante los rituales, se conseguía mantener a la población unida y en orden. Pero ése no es el caso del cristianismo. Y, desde luego, entender el cristianismo como un fenómeno meramente cultural, político o económico, es tanto como no tener ni idea de lo que es realmente el cristianismo.
En definitiva, lo que yo propongo hoy es que nos vendría bien pensar en que, a través de la Iglesia que queremos, o del papa que nos gustaría tener, o de la liturgia y el culto, la moral y los dogmas a los que nos aferramos, en última instancia, lo que estamos manifestando es el Dios que buscamos. O mejor dicho: la representación o imagen de Dios que buscamos. Realmente, la gran pregunta es ésta: ¿en qué Dios creemos? ¿qué Dios buscamos?
Más aún, con todo esto de la religión del la Iglesia y del papa, ¿buscamos realmente Dios? ¿No será que, más bien, buscamos otras cosas, como pueden ser determinados intereses o conveniencias de tipo que sean?
Digo todo esto porque me llama la atención, desde hace algún tiempo, que cuando una entrada en el blog habla del papa o de la Iglesia, los comentarios suben de forma llamativa. Mientras que si una entrada habla de Dios o de la relación con Él, son pocas las personas que se interesan por eso. ¿Será que el tema de Dios interesa menos que el tema del papa? Me da miedo pensar que nuestra fe se haya deformado hasta el extremo de que ya nos interesa el papa más que Dios.
Fuente: Teología sin censura
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