Por Federico Pagura. (*)
Rosario. Santa Fe.
Inspirado en la palabra y la vida de ese inolvidable mártir cristiano que fue el obispo Oscar Romero (1917-1980) de El Salvador, un querido amigo y director de la revista “Kairos”, se pregunta frente al tradicional saludo que millones habremos pronunciado ante las recientes celebraciones navideñas: “¿Feliz navidad o feliz vanidad?” Esa pregunta me acompañó durante todos estos días cargados de memorias y emociones, que se entremezclan con las alegrías y tristezas de los críticos tiempos que estamos atravesando.
Por eso recibo también con suma preocupación (“agonía” como la denomina Unamuno, ese gran vasco que sacudió nuestra conciencia en otra generación) dos palabras proféticas que en estos mismos días han resonado en nuestro continente.
Me refiero a Fidel Castro, quien desde su mirador en la Habana, a sus ochenta y cinco años, nos advierte con lucidez y crudeza a la vez, sobre la “Marcha hacia el abismo” que hemos emprendido como humanidad. Y en segundo lugar, a nuestro compatriota Osvaldo Bayer, quien con la fuerza y la honestidad que le caracterizan, nos interpela y desafía, particularmente a los creyentes, desde Bonn, en el corazón de ese viejo mundo en crisis, sobre “la búsqueda de un Dios benevolente”.
Fidel, a partir de los datos más precisos y científicos que logra reunir sobre el presente y futuro de nuestro planeta y sus habitantes, confiesa que podría calificar de “inexorable” esa marcha hacia el abismo (¿El juicio final implícito en las doctrinas religiosas más extendidas en el mundo actual?), sin que nadie considere “pesimistas”, sino realistas esas convicciones. Más bien, añade “es deber elemental de todas las personas serias y cuerdas, que son millones, luchar por posponer, y tal vez impedir, ese dramático y cercano acontecimiento”.
Luego puntualiza que si bien “numerosos peligros nos amenazan, dos de ellos: la guerra nuclear y el cambio climático son decisivos, y ambos están cada vez más lejos de aproximarse a una solución”. Finalmente en base a datos mayormente proporcionados por instituciones y científicos norteamericanos, el doctor Castro concluye, que frente a ambos peligros, Estados Unidos y sus aliados son los mayores responsables por la situación creada. Primero por oponerse a los acuerdos de Kyoto sobre el medio ambiente, segundo por ser promotores de bombardeos y guerras que han exterminado millones de seres humanos, durante los últimos cincuenta años; y por seguir siendo los mayores productores y exportadores de armas en el mundo.
En cuanto a Osvaldo Bayer, tras mencionar casos bien precisos de crueldad y doble discurso y moralidad, en las mismas confesiones que hoy denominamos “la familia abrahámica” (Judíos, Cristianos e Islámicos), se formula y nos formula preguntas tan agudas y tan serias como las siguientes:“vayamos al análisis de las religiones: ¿Qué han logrado en el mundo? ¿Cuántas guerras religiosas devastaron las presuntas civilizaciones? El odio nacido entre las religiones existentes, pero también entre las distintas disidencias dentro de una misma religión, ¿Cuántas vidas ha costado?”.
Por más lamentables y dolorosos que sean estos planteos, estas preguntas para todos los que profesamos cualquiera de estas confesiones religiosas, debemos dar gracias a estas voces proféticas que hoy sacuden nuestras conciencias y deben llevarnos a cambios profundos en nuestras personas, nuestras comunidades religiosas y en aquellos políticos, economistas, profesionales o gobernantes, que deberemos demostrar en nuestras palabras y conductas, si estamos a la altura de la fe que decimos profesar, y comprometidos firmemente con ese “otro mundo posible”, que desde Porto Alegre hemos sido llamados a soñar y a construir, por amor a la humanidad a la que pertenecemos.
Como hace ya mucho tiempo otro de los grandes profetas de nuestro continente Leonardo Boff lo proclamó audaz y vigorosamente: “el gran dilema de nuestro tiempo presente no es: ¿qué futuro tienen las iglesias o la religiones? sino: ¿qué futuro tiene la tierra, la humanidad….y hasta qué punto las iglesias o las instituciones religiosas están contribuyendo a afirmarlo o a garantizarlo”+ (PE)
120111
Fuente: Ecupres
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