por Carlos López-Aguirre
El Consejo Nacional de Educación del gobierno de Sebastián Piñera, ese presidente de Chile que está convencido que la educación es un “bien de consumo”, ha decidido cambiar de los libros de texto de primaria la palabra “Dictadura” por “Régimen Militar”, argumentando que de esta manera “se deja de mirar la historia de una sola óptica”. Curioso, pues los militares no se fijaron en este tipo de matices durante sus años en el poder. No obstante, lo interesante de esta noticia es que el lenguaje sigue siendo tema de debate en un tiempo en que la palabra, oral o escrita, se encuentra en franca devaluación.
El lenguaje es un material tan sensible que su manejo requiere de cuidados extremos. Porque cada cosa que escribimos o leemos va cargada de una intención, de una idea (o ideología) e incluso de un sentimiento que no puede escapar de nuestra conciencia. Sí, el lenguaje es libre y, por lo tanto, debemos ser responsables al utilizarlo.
Curiosamente, en esta era digital, cuando quizá se escribe y se lee más que en cualquier otra época de la historia, el lenguaje ha perdido valor debido a que, y me atrevo a dar una hipótesis arriesgada, los nativos digitales consideran el lenguaje como un compañero habitual con el cual pueden comunicarse, pero no son conscientes de su influencia en su vida, en su forma de pensar o de sentir. Porque para los nativos digitales leer y escribir es un hábito. La computadora o el celular han sido sus compañeros desde que tienen uso de razón, pero esto no significa que hayan recibido una guía adecuada en su utilización, y no me refiero sólo a sus especificaciones técnicas.
Cualquier hábito necesita de una guía. Para comer debemos saber cómo se utilizan los cubiertos, al lavarnos los dientes debemos saber la mejor forma de utilizar el cepillo, entre muchos otros ejemplos. Así que saber utilizar el lenguaje correctamente no debe ser la excepción.
Hace un mes surgió una polémica en internet debido a la carta de un profesor universitario que decidió dejar de dar clases decepcionado de que sus alumnos fueran incapaces de escribir un párrafo sin errores. Sólo pedía eso y no lo lograron en todo un curso. En su carta da algunas hipótesis sobre esta falta de ambición en el manejo del lenguaje, y en especial menciona el uso sin guía ni control de las nuevas tecnologías, donde la ortografía y la sintaxis es lo de menos.
Las respuestas no se hicieron esperar. En especial destacó la de una alumna de la misma universidad que criticaba especialmente que el profesor pensara “que el único conocimiento válido es el que reside en los libros” y argumentaba que tal vez le faltó motivar a sus alumnos con otro tipo de materiales. Quizá sea cierto, pero si no podemos asimilar el conocimiento de un libro y expresarlo con nuestras propias palabras, seremos incapaces de comprender cualquier otro tipo de lenguaje, porque todas las interpretaciones nacen de las palabras, no contamos con ningún otro elemento.
Las nuevas tecnologías son tal vez los mejores medios de comunicación que han existido en toda la historia de la humanidad, pero si matamos el lenguaje por una falta de rigor, comenzará a imperar el reinado de la ignorancia y, por lo tanto, de la injusticia. Y no estamos muy lejos de llegar a ese momento. Un ejemplo claro es México: el candidato del PRI a ser presidente del país en las próximas elecciones,Enrique Peña Nieto (@EPN), fue incapaz de mencionar los tres libros más importantes en su vida en plena Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Después de balbucear que uno era la Biblia y mencionar otros con los títulos y los autores equivocados, tuvo el cinismo de decir que él y su equipo tenían la culpa de no haber preparado la respuesta a una pregunta obligada en una feria literaria. Hoy sigue siendo el candidato favorito en las encuestas y es casi segura su victoria en julio próximo. Seguramente hará una buena amistad con su homólogo chileno.
Fuente: expresiones crónicas
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