García Márquez es el único colombiano con verdadero sello universal.
Se ha cumplido una década desde cuando Regis Debray descubría, ante la perplejidad del mundo intelectual, el verdadero perfil del líder ‘chiapaneco’, conocido con el alias de ‘subcomandate Marcos’. Su propósito consistía en demostrar en que, poco tenía que ver, estratégica e ideológicamente, con las figuras históricas, hoy superadas, del guerrillero tercermundista, tipo Pancho Villa o Emiliano Zapata.
Para sus efectos, Debray comenzaba por afirmar que “Marcos es el mejor escritor de Latinoamérica”. Además, que era la antítesis del insurgente ‘obvio’, propio del mundo periférico que la desinformación manipulada por el PRI, desde enero de 1994, vendiera con tanto éxito para seguir ocultando su larga trampa: revolución (hacia fuera) y represión (hacia dentro). Porque eso era lo que el Marcos del nuevo milenio proponía para resolver el viejo dilema de la insurgencia: la negociación política en vez de la vía de las armas, o, la liquidación del Estado burgués.
Ciertamente, después de la ‘toma’ sin armas del zócalo mexicano, no era una exageración, menos una incongruencia, afirmar que Marcos había partido en un ‘antes’ y un ‘después’ de él, lo que se venía entendiendo como conflicto armado. Y agregaba que estábamos frente a un fenómeno histórico, que a más de original en el manejo de su imagen, se metamorfoseaba en una positiva simbiosis, magistralmente actualizada, con las debidas proporciones, del Ché Guevara, Gandhi, Mao y, en fin, las figuras estelares de la revolución del siglo XX.
El Canto épico, de corte nerudiano, declamado por Marcos al concluir su ‘gran marcha’ parecía demostrarlo. Ni ideologismo con ‘verdades reveladas’, ni tampoco guerrerismo de ‘troche y moche’. Por esta razón, su inesperado viraje había sido acompañado con tres órdenes mayores: “que todo cambie, cambiando”; “negociación política”, y “no la vía de las armas”.
Hoy, desde su silencioso retiro en las montañas, Marcos sigue siendo punto obligado de referencia. Invita a rebasar la vieja ecuación mediante la cual nuestra guerra se limita a ser una confrontación entre un ejército regular (extraído un 98% del campesinado y de los estratos urbanos 1 y 2) y una subversión conformada por guerrilleros, ‘paras’ y delincuencia comercializada.
Sostiene que esa es la causa principal de la polarización que hoy nos asola: por un lado, unos sectores del establecimiento que piensan que la paz no tiene costos (nada de aportes financieros y menos de seres cercanos); y, por el otro, una insurgencia ortodoxa que se niega a aceptar que el llamado ‘empate de fuerzas’ conduce inevitablemente a un acuerdo basado en concesiones recíprocas. Es decir, la línea socrática que prefiere una mala paz a la mejor guerra.
Todavía vale recordar el ‘canto épico’ pronunciado por Marcos en el zócalo de la capital mexicana al finalizar su histórica marcha –sin armas y con antifaces–, realizada el 12 de marzo del 2001.
García Márquez es el único colombiano con verdadero sello universal.
JORGE MARIO EASTMAN VÉLEZ
EXMINISTRO DELEGATARIO
Colombia
Funete: Portafolio.co
Dibujo: Jonh Berger
Fuente: Chacatorex
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