El 22 de febrero una revista médica británica publicó un artículo defendiendo el infanticidio de recién nacidos, bajo el título de “Aborto tras el nacimiento: ¿por qué el bebé debería vivir?”. Los argumentos de sus autores, los filósofos Alberto Giubilini yFrancesca Minerva, son los mismos que emplean otros para defender el aborto provocado. Así, ambos afirman que “las mismas razones que justifican el aborto también justifican matar a la persona en potencia cuando está en la etapa de recién nacido.”
Llaman “aborto después del nacimiento” a matar a un recién nacido
Siguiendo los pasos del movimiento abortista, que se ha dedicado a manipular el lenguaje para deshumanizar a las víctimas del aborto provocado y a fin de que la sociedad acepte esa barbaridad sin sentir escrúpulos morales, Giubilini y Minerva tienen el descaro de llamar “aborto después del nacimiento” a la monstruosidad que proponen, a pesar de que en todo el mundo se entiende por “aborto” la muerte de un ser humano antes de nacer. ¿Por qué lo hacen? Pues porque saben que la palabra “aborto” no provoca tanto rechazo como la palabra “infanticidio” en cierta parte de la sociedad que se ha dejado influir por décadas de campañas abortistas, hasta quedar moralmente anestesiada.
El fundamento en el que basan su aberrante argumentación esos dos filósofos lo exponen enesta afirmación en la que niegan la base moral sobre la que se asientan los derechos humanos: “el ser humano no es en sí una razón para atribuir a alguien el derecho a la vida. De hecho, muchos seres humanos no son considerados sujetos de derecho a la vida: embriones de reserva donde se permite la investigación con células madre embrionarias, los fetos, donde el aborto es permitido, los delincuentes, donde la pena capital es legal.”
Una argumentación falaz que choca con los derechos humanos
Hay que recordar que esta perversa y falaz argumentación, ya utilizada por los nazis, fue refutada después de la Segunda Guerra Mundial cuando se proclamó laDeclaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo preámbulo recuerda que “el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”, y que frente a eso “los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana”. Cuando esa Declaración habla de “la dignidad y el valor de la persona humana” lo hace partiendo de una óptica iusnaturalista, según la cual todo ser humano tiene, por el hecho de serlo, unos derechos inalienables que dicha Declaración enuncia en 30 artículos, el tercero de los cuales afirma: “Todo individuo tiene derecho a la vida”.
A la luz de esa declaración, y teniendo en cuenta que lo que proponen esos filósofos es limitar el alcance de uno de los derechos humanos más básicos, negándoselo a un determinado grupo humano por motivos de edad, lo que sugieren los autores de ese artículo se diferencia poco en su fundamento de la apología de la eliminación de otros grupos humanospor diversos motivos, una apología rechazada de forma abrumadoramente mayoritaria por las sociedades democráticas y que en muchos países incluso está penada por las leyes. De hecho,¿cuál habría sido la reacción social si en esa revista se hubiese defendido la eliminación de judíos, homosexuales, pobres o discapacitados? Todos esos colectivos han sido víctimas, en algún momento de la historia, de despreciables campañas que defendían no sólo su persecución, sino incluso su eliminación física. ¿Acaso es menos reprobable defender el asesinato de un ser humano por razón de su edad que hacerlo apelando a su raza?
Las barbaridades abortistas, llevadas a sus últimas consecuencias
Dicho sea de paso: una vez quebrado el respeto por la vida, ¿qué impide que se sugiera la violación de otros derechos humanos? Ese artículo a favor del infanticidio es, ciertamente, la consecuencia lógica de las falacias que vienen lanzando los movimientos abortistas. Era previsible que quienes no otorgan ningún derecho a un ser humano en sus primeros nueve meses de existencia, ni siquiera el derecho a la vida, tampoco se lo otorguen en el décimo mes, cuando ese ser humano ve por fin la luz. A fin de cuentas, es el mismo ser humano que unos minutos, unas horas o unos días antes ocupaba el vientre materno. Pero que ese artículo sea la consecuencia lógica de los argumentos abortistas no lo hace menos criticable, sino que demuestra la perversidad de esos argumentos que se vienen utilizando desde hace años para defender un acto de barbarie tan reprobable como lo es el infanticidio.
¿Con qué base ética se rechaza el racismo y se defiende el infanticidio?
Hay que señalar que el editor de la revista que publicó ese aberrante artículo, Julian Savulescu, ha defendido la publicación de ese alegato a favor del infanticidio, en respuesta a las duras críticas e incluso a las amenazas que han recibido los autores del mismo. Yo defiendo el derecho a criticar ese artículo, pero rechazo a quienes han lanzado esas amenazas, precisamente porque sí creo en el derecho a la vida como un derecho universal, algo que precisamente niegan los autores de ese artículo, que pretenden arrebatárselo no sólo a los seres humanos en edad prenatal, sino también a los recién nacidos.
Para defenderse, Savulescu apela a “la libertad de expresión ética”, pero al mismo tiempo arremete contra ciertos comentarios racistas, comentarios que cabe criticar desde una óptica ética y moral que defienda la dignidad humana, dignidad que precisamente se cuestiona en ese artículo. ¿La libertad de expresión incluye la apología del infanticidio pero no el racismo? ¿Qué principio ético o moral puede aprobar lo uno y reprobar lo otro, sino uno profundamente envilecido? Es más: Savulescu afirma sobre esos comentarios racistas:“Esto es el discurso del odio. Esto es el tipo de cosa que incita a la gente a la violencia.” Vuelve a demostrar una enorme incoherencia: es discurso de odio abominar de ciertos seres humanos por su raza, efectivamente, pero ¿acaso no lo es negar la dignidad de ciertos seres humanos por razón de su edad? ¿Qué mayor incitación a la violencia que proponer que sea legal matar a seres humanos inocentes y que ni siquiera pueden defenderse? Se trata de que la ley ampare ese acto de violencia, lo que es aún peor. ¿Cuántas más siniestras experiencias históricas hacen falta para vacunar a nuestra sociedad frente a esas manifestaciones de barbarie? ¿Tendrán que ir a por ancianos, discapacitados, pobres, enfermos… para que nos demos cuenta de que no se puede ser tolerante con quienes proponen semejantes salvajadas?
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Fuente: outono.net/contando estrellas
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