martes, 6 de marzo de 2012

Ni exorcismos, ni conjuros.



Juan Masiá Clavel

Cuando Nicki Minaj escenificó un exorcismo, con insinuaciones eróticas entrelazadas en simbología religiosa, creyentes escandalizados pusieron el grito en el cielo. Criticaron su actuación en la gala de los premios Grammy y a la organización que lo consintió. No seré yo quien salga en defensa de la rapera; dejando aparte sensibilidades religiosas, y aun sin comparar con caricaturas de Mahoma, burlas de Buda o alusiones impertinentes de Madonna sobre Cristo, el mal gusto de la pantomima era evidente. Pero la Liga Católica, tan ofendida con razón, debería protestar igualmente contra la creencia supersticiosa en demonios y poderes infernales de que hacen ostentación ante televidentes algunos exorcistas con licencia eclesiástica, tirilla al cuello y Ripalda en mano. A creyentes adultos bien formados les produce vergüenza ajena el espectáculo que ofrece en you tube un clérigo de la diócesis romana aparentemente convencido de la posesión diabólica.
Juan Masiá Clavel
Autor: Juan Masiá
Satanás no forma parte del credo. Si la fe es abandono confiado incondicional en manos de Dios -eso es lo que significa creer-, una persona cristiana no podrá decir que cree en el diablo. Le extrañará esta afirmación a los catolicismos fundamentalistas de movimientos neoconservadores que reprocharán ignorancia de la doctrina. ¿No se habla, dirán, en el catecismo sobre un ángel caído, que tienta a Adán y Eva, y sobre el odio de Satán a Dios o la batalla contra su Reinado? (Catecismo nn. 391-395). Efectivamente, porque el Catecismo, como recopilación histórica de las creencias, contiene muchos recuerdos como el museo de arqueología: se conservan expuestas en él las expresiones culturales de la fe a lo largo de la historia, pero eso no significa que sean válidas para hoy, si se toman a la letra sin reinterpretar su simbolismo. También se exponen en un museo los instrumentos de tortura de la Inquisición para conocer su historia, pero no para aprobar la tortura ni recomendarla; más para que no se repita.
Cuando el primer domingo de Cuaresma se lea en las iglesias el evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto ¿cómo hablarán los opredicadores en las homilías sin hacer creer a la feligresía que está prohibido pensar? Habrá que hacer ejercicio de interpretación y hermenéutica para la fe adulta. Porque Jesús no estuvo ayunando cuarenta días, ni se le apareció ningún diablo en el desierto. Esta mitificación dramática, puesta en escena por los evangelistas, como hoy lo harían en un telefilme, personifica antropomórficamente el tema de la tentación y describe la vivencia de Jesús, auténtico hombre: la contradicción interna humana, reconocida por Pablo en su carta a la comunidad de Roma: “No entiendo lo que me pasa, pues lo que quiero no lo hago y, en cambio, hago lo que no quiero” (Rom 7, 15).
Las tres tentaciones típicas, escenificadas según el guión de los evangelistas, son tres versiones de una única tentación: convertir la religión en magia al servicio del poder; convertir piedras en pan, rendirse ante las ideologías para recibir a cambio migajas de dominio o deslumbrar con un milagro espectacular de estilo deus ex machina helénico para obligar al pueblo a creer a la fuerza.
No hace falta ningún demonio para tentarnos, nos bastamos solos; el exorcismo es una ingenuidad supersticiosa de quien cree en la posesión demoníaca: un engaño y no pocas veces un timo lucrativo. En la Edad Media se elaboró toda una demonología muy complicada, herencia mitológica de la antigüedad, que revive en los infiernos dantescos. Pero hoy día desmitologizamos esa fantasmagoría. En vez de exorcismos, la confianza en la liberación cristiana hace orar diciendo “líbranos del mal”, en vez de “líbranos drel Maligno”, y se compromete en la obra de la liberar a víctimas de opresiones: liberación del mal en las relaciones humanas, la mentira social, la injusticia o las ideologías.
Vendrá bien, en esta Cuaresma, desmontar y desenmascarar las tentaciones, diablos y exorcismos de la religión infantilizada, supersticiosa e inmadura. Mejor, redescubrir la importancia de confrontar la presencia de lo demoníaco en nuestro interior, en las relaciones humanas, en la insolidaridad e injusticia social y en la raíz de los males con que los humanos nos deshumanizamos.
Jesús se enfadó una vez con Pedro y le llamó “Satanás”, porque quería apartarle de su camino, recomendándole que se hiciera con el poder. ¿Se imaginan ustedes a la cúpula de la conferencia episcopal recibiendo un e-mail venido del cielo que dijera: “Vade retro, no me tentéis” ante la cohabitación de la iglesia institucional con los poderes político-finaciero-empresariales de este mundo? La tentación para Jesús,en la que no cayó, era tomar el poder, imponerse con un signo milagrero en los cielos (Mc 8,11) o bajarse mágicamente de la cruz (Mc 15, 30)…
Y a todo esto, dice mi paisano Ginés (pseudónimo, por supuesto) que, aunque él no es creyente y apuesta en todo por lo laico, pertenece a los amigos de la cultura del país y les explica a los turistas que la Campana Mora de la catedral de Murcia, con antigüedad de 1383, lleva grabado el Pentáculo estrellado de cinco puntas para ahuyentar al Maligno. “Pues claro que lo sé, amigo Ginesico; me lo contaba mi abuela Fuensanta cuando sonaban los conjuros, de Mayo a Septiembre, para ahuyentar de la huerta demonios, epidemias y riadas. Y me parece muy bien que lo cuentes en un libro de historia de la ciudad, si los recortes no impiden que te financien la edición. Pero lo de creer hoy en exorcismos es harina de otro costal”.
Puede estar tranquilo mi amigo, no voy a pedir que quiten de la torre la campana centenaria. Pero sí propondría, si no lo toman a mal en la cofradía del Resucitado, que supriman en la procesión del Domingo de Pascua el desfile del demonio. Ya es hora de educar a la infancia en la fe adulta, sin miedos, traumas, ni magias.
(Publicado en La Verdad de Murcia el 25 de febrero, 2012 y en el blog del autor)


Sobre Juan Masiá Clave

Jesuita, Profesor de Ética en la Universidad Sophia (Tokyo) desde 1970, ex-Director de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas, Asesor de la Asociación de Médicos Católicos de Japón, Consejero de la Asociación de Bioética de Japón, Investigador del Centro de Estudios sobre la Paz de la Sección japonesa de la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz (WCRP), Colaborador del Centro Social “Pedro Claver”, de la Compañía de Jesús en Tokyo.

Fuente: Lupa protestante 
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