José Ignacio Calleja, 19-Marzo-2012
“No te puedo prometer un gran sueldo, pero te prometo un trabajo fijo“. Así arranca una campaña vocacional de la Iglesia Católica. A éste lo siguen otros mensajes, igual de concisos y directos, pero con mejor propósito de entrar en el meollo de la vocación y misión del sacerdote.
En cuanto a ese dicho inicial, yo lo veo como un guiño comercial pero muy peligroso. Ha decidido jugar sus cartas como lo hace la comunicación y publicidad contemporánea. Máxima simplicidad y un punto de provocación. Por una vez, salimos del aburrido modo de presentarse las campañas de la Iglesia. Ahora bien, el guiño del trabajo fijo tiene su gancho, pero si es una broma, –como dicen muchos–, ¿el resto del vídeo ya no es broma? ¿Significa que en el resto del vídeo la Iglesia da “el do de pecho” por presentar la identidad y misión del sacerdote?
Pues ya que me urgen a atender al resto del vídeo, lo digo con todo respeto a los compañeros que prestan su mejor testimonio, pero es un sacerdocio tan elitista en su autoconciencia vocacional, como de trazo corto en su pastoral. Porque muy humildemente, –en la lógica del vídeo–, vamos a ser servidores de los hermanos, sí, pero desde “una llamada que nos hace únicos”; nos importa el mundo, sí, pero para nuestros fines de Iglesia, sacramento universal de salvación; y nos volcaremos en los que sufren, sí, pero las estructuras sociales de injusticia no es lo nuestro.
No quiero seguir con un análisis en profundidad del texto, en clave de teología del sacerdocio, de la iglesia y del mundo, bajo el prisma del Evangelio de Jesús, del Vaticano II y del mundo, hoy. Al parecer el vídeo no pretendía una cosa tan sesuda. Un vídeo es un vídeo, y punto, –se dice–. No puede. Lo entiendo. Pero, ¡qué casualidad!, éste salesesgado hacia un sacerdocio inequívocamente “eclesiástico”, religiosamente, “elitista”, y pastoralmente, tan generoso en la entrega que reclama, ¡lo reconozco y valoro!, como corto en su encargo.
Yo también voy a ser breve, –lo repito–, y si es verdad que no pocos reclaman que atendamos menos a la primera frase, a favor de las demás, ahora lo digo: lo hice por respeto a los compañeros que dan su testimonio, pero el conjunto me parecía, entonces, y ahora, con graves carencias de fondo, en cuanto a la identidad y misión del sacerdote, hoy. Eso, sin mentar ni de pasada lo que es más profundo: el aislamiento en que se sigue presentando el sacerdocio ministerial, respecto de las demás vocaciones en la Iglesia, y en particular, de la igualdad de las mujeres cristianas a sentirse llamadas por Dios a todos los ministerios eclesiales, incluido ese sacerdocio. Para “servir”, por supuesto.
Así que lo reconozco, el vídeo me gusta en su hechura mediática y para el fin que pretendía, pero el precio teológico y eclesial pagado, no había por qué. Lo mismo se puede hacer con más riqueza y equilibrio sobre el ministerio sacerdotal. Pero es una opción que faltó. O una opción que sobró, según se mire. Esto es lo que digo. No me convence por su planteamiento, tan generoso en los testimonios, como sesgado en su propósito identitario y pastoral.
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