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sábado, 11 de agosto de 2018

El próximo imperialismo.



Raúl Zibechi
(La Jornada, Rebelión)

Hacia finales de este siglo China será el nuevo hegemón, sustituyendo a Estados Unidos como líder del mundo, siendo la única duda si habrá guerra nuclear durante el proceso. Resulta curioso que buena parte de las izquierdas del mundo observen con simpatía o neutralidad este ascenso que tiende a convertir a China en una nueva forma de imperialismo.

Los modos como viene ascendiendo China en el escenario global son diferentes a los que mantuvo Estados Unidos en una etapa similar, en particular en los primeros años del siglo XX, cuando intervino militarmente en sus zonas aledañas o patio trasero, en particular en el Caribe, México y Centroamérica. Por el contrario, China se está convirtiendo en superpotencia sin violencia ni guerras, lo que marca una diferencia notable; según las reiteradas declaraciones de sus dirigentes, seguirá por el camino de la paz.

En segundo lugar, la historia de China es bien diferente a la de las potencias hegemónicas anteriores, Estados Unidos, Inglaterra, Países Bajos y Venecia. El país del dragón sufrió invasiones de las potencias coloniales durante el siglo XIX y de Japón en el siglo XX, lo que nos habla de una sociedad que sufrió los embates del colonialismo y el imperialismo.

En contraste, desde 1823 cuando la Doctrina Monroe proclamó que América Latina era la esfera de influencia de Estados Unidos, la potencia ascendente realizó 50 intervenciones militares en la región, la mitad de ellas en la primera parte del siglo XX. El objetivo era derrocar gobiernos que Washington consideraba enemigos e impedir que personalidades o partidos contrarios a sus intereses llegaran al poder.

La tercera cuestión es que en su historia China nunca fue una potencia imperialista y se limitó a defenderse más que a conquistar territorios. Fue un imperio relativamente frágil y con graves problemas de orden interno, que debió abocarse a resolverlos sin la capacidad de proyectarse hacia el exterior.

Sin embargo, debemos atender otras razones que apuntan en sentido contrario.

La primera es que China se ha convertido en una gran potencia presente en todos los rincones del planeta, en una gran exportadora de capital con poderosos monopolios estatales y privados, orientados por el Estado. Aunque en China no existe aún una oligarquía financiera, como en los países occidentales, que representa el dominio del capital financiero sobre el productivo, se registra una fuerte tendencia en esa dirección, toda vez que el capitalismo chino se orienta por la misma lógica que el capitalismo global.

Sin embargo, la tendencia al predominio del capital financiero y a proteger las cuantiosas inversiones en el exterior mediante formas por ahora diplomáticas de intervención, se registran más allá de la voluntad declarada de sus gobernantes. El ascenso pacífico de China mediante iniciativas como la Ruta de la Seda y el plan Made in China 2025 para convertirse en líder tecnológico mundial, están chocando con la respuesta de Washington que ha declarado una guerra comercial.

El país asiático está forzado a meterse en esa guerra, del mismo modo que debe insertarse en el sector financiero global para internacionalizar su moneda, ya que debe jugar con las reglas vigentes. A lo largo de este largo proceso de ascenso, China va modificando su perfil, construyendo unas fuerzas armadas cada vez más poderosas con capacidad de intervenir en todo el mundo, como lo demuestra la rápida construcción de una flota de portaviones y cazas de quinta generación.

La segunda es que la cultura china es profundamente conservadora, con un sesgo patriarcal muy potente. Sobre esta base está construyendo un gran Estado para el control de su población, que llegará a instalar hasta 600 millones de cámaras de vigilancia en su propósito de formar parte de lo que William I. Robinson denomina como “Estado policiaco global”.

El capitalismo digitalizado chino necesita sobrepasar a Estados Unidos en la revolución industrial en curso, basada en la robótica, la impresión en 3D, el Internet de los objetos, la inteligencia artificial, el aprendizaje automático, la bio y nanotecnología, la computación cuántica y en nube, nuevas formas de almacenamiento de energía y los vehículos autónomos. China ya es la principal fuerza pro-globalización, que agudiza las tendencias hacia el Estado policial global.

Por último, creo que resulta imprescindible analizar la relación de la cultura política china con los movimientos antisistémicos del mundo. Las tres fechas que los movimientos celebramos en todo el mundo (8 de marzo, 1º de mayo y 28 de junio), nacieron por las luchas populares en Estados Unidos y en países europeos, lo que debe hacernos reflexionar.

No pretendo insinuar que en China no existan tradiciones revolucionarias. La revolución cultural orientada por Mao Tse Tung es un buen ejemplo. Pero esas tradiciones no están jugando un papel hegemónico en los movimientos. Estamos ante un recodo de la historia que nos impone buscar referencias, profundizando las luchas.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Más tropas de EEUU en A. Latina: señales de una invasión anunciada.

Fuente: HISPANTV

Un nuevo ejercicio militar en la Amazonia da luz sobre el resurgimiento de la presencia estadounidense en Latinoamérica. Estas acciones militares demuestran un resurgimiento de presencia estadounidense en la región, la cual se había reducido durante los últimos mandados gubernamentales.

Por Martín Pastor

HispanTV, 24 de octubre, 2017.- El ejército estadounidense acentuará su presencia militar en la Amazonia latinoamericana. Bajo la iniciativa Amazon Log 2017 del gobierno golpista de Michel Temer en Brasil, la Operación ‘América Unida’ juntará a los ejércitos de Estados Unidos, Brasil, Perú y Colombia del 6 al 13 de noviembre del 2017 en la ciudad tri-fronteriza de Tabatinga. Este ejercicio es una señal de un sustancial incremento de militarización extranjera en la región.

La iniciativa es liderada por el Comando de Logística del Ejército Brasileño y está inspirada en el ejercicio logístico militar realizado por la Organización del Tratado Atlántico del Norte (OTAN) en Hungría en 2015, que tuvo un despliegue de aproximadamente 1700 militares. Para esta versión latinoamericana, los objetivos, según la página oficial del Ejército Brasileño, son crear una base logística multinacional temporal para realizar operaciones de control de migración ilegal, asistencia humanitaria, operaciones de paz, acciones contra narcotráfico y cuidados ambientales.

Sin embargo, como lo señaló el diario brasileño Gauchazh, enseñar a un ejército extranjero a combatir en territorio nacional debería ser considerado “alta traición”. Aunque para el Ministerio de Defensa brasileño esto no es traición sino una oportunidad que permitirá unir a los ejércitos de ambos países.

El problema de este ejercicio es la magnitud y apertura que se ha dado a los Estados Unidos en ingresar a la selva latinoamericana. Por lo que uno de los riesgos es que la base ‘temporal’ se convierta en permanente como sucedió en Hungría, tras los ejercicios de la OTAN. Aunque las autoridades brasileñas lo niegan.

Este interés de los Estados Unidos en la región debe ser medido con la historia del imperio del norte. El altruismo, cuidado a la naturaleza o lucha contra el narcotráfico estandartes para su presencia en la región hacen eco a inserciones en otras partes del mundo, especialmente Medio Oriente, y la realidad es que ahí estos no son ni fueron sus objetivos. Detrás de toda acción militar norteamericana siempre se encuentra el fin de apoderarse de recursos para lograr sus intereses nacionales.

En el caso de América Latina, la abundancia de recursos naturales da razón a la presencia norteamericana. Según el Banco Mundial, la región cumple un rol global en la problemática del cambio climático ya que posee “las reservas de agua dulce más grandes del mundo”.

Una noticia ‘agridulce’ para los latinoamericanos ya que para varios analistas, inclusive el ex candidato presidencial demócrata Bernie Sanders, “las guerras del futuro serán por el agua”. Entre los diez países con mayores reservas se encuentran Brasil (1ro), Colombia (6to) y Perú (8vo), coincidentemente los tres involucrados en la Operación ‘América Unida’.

En la Oficina de Evaluación Neta (Office of Net Assesment) del Departamento de Defensa cuyo objetivo es analizar el futuro del ejército y sus amenazas. Andrew Marshall, ex director (1973-20015) comisionó en 2004 un reporte confidencial a Peter Schwartz, consejero de la CIA y ex Director de Planificación del grupo Royal Dutch/Shell; y Doug Randall, del Global Business Network.

En las conclusiones finales, los autores argumentan que el cambio climático y la escasez de agua son una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos y razones para futuras conflictos militares. Trece años más tarde de dicho reporte, Estados Unidos se prepara para asentar una base más en orilla del Amazonas.

Pero el agua no es el único interés de este país en la región. Telma Luzzani, periodista argentina, explica en su libro ‘Territorios Vigilados’, que “en el Amazonas se encuentra el 95% de las reservas de niobio, fundamental para el acero de las naves espaciales y de los misiles intercontinentales, y el 96% de las reservas de titanio y tungsteno, utilizados en la industria aeronáutica espacial y militar, además de ser rica en petróleo, gas, uranio, oro y diamantes”.

Es por esto que el próximo ejercicio militar es solo una pieza más dentro de un patrón creciente de militarización y amenazas regionales. Solo en lo que va del 2017 se han realizado otros dos ejercicios militares en el Pacífico y el Caribe: Teamwork South con Chile y Tradewinds frente a las costas de Venezuela con 18 países y más de 2500 militares.

La libertad de estas acciones militares demuestra un resurgimiento de la presencia estadounidense en la región, la cual se había reducido durante los distintos mandados de gobernantes progresistas neodesarrollistas en la América Latina. Aunque el asentamiento de bases en América Latina y el Caribe ha pasado por diferentes etapas desde la posguerra es a finales del siglo XX que toma su rumbo actual.

En 1999, como parte del acuerdo Torrijos-Carter, la base militar Howard en Panamá que albergaba al Comando del Sur, rama del ejército encargada en operaciones para la región, se desmanteló. Esto llevó al que Departamento de Defensa de Estados Unidos replantee su estrategia de defensa y política exterior. Bajo el estandarte del Plan Colombia, la ‘Guerra contra la Droga’ y operaciones humanitarias, se aplicó dos modelos de bases militares en Latinoamérica.

La primera, Main Operating Base (MOB), una base militar con infraestructura y acuerdos aprobados por los gobiernos: Guantamo en Cuba, Soto Cano en Honduras y varias en Puerto Rico. A pesar de que estas siguen activas, el modelo fue desechado por que genera rechazo por parte de los habitantes nacionales y un costo elevado en infraestructura y logística.

Es por esto que se aplicó un segundo modelo llamado Foward Operating Locations (FOL) o Bases de Operaciones de Avanzada, que se caracterizan por mantener poco personal militar pero la capacidad de “escalar” su presencia si fuera necesario. Las cuatro reconocidas y oficiales en la región, iniciaron sus actividades en 1999 y son: Aruba, Curazao, El Salvador, y Manta (que no renovó el contrato en 2009).

Como lo explica Robert Kaplan, ex asesor del Pentágono (2009-2011), “a menudo, el papel clave en la gestión de un FOL es desempeñado por un contratista privado. Él alquila las instalaciones en la base del ejército del país anfitrión, y luego cobra una tarifa a los pilotos de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos que transitan por la base. Oficialmente es un negocio privado, lo que le gusta al país anfitrión porque puede afirmar que no está realmente trabajando con el ejército estadounidense. Por supuesto, nadie, incluidos los medios locales, cree esto. Pero el mismo hecho de que una relación con las fuerzas armadas de los Estados Unidos sea indirecta en lugar de directa facilita las tensiones”.

Pero el nombre nuevo tampoco convenció a los locales, quienes comenzaron a sospechar y rechazar estas intervenciones en territorio. Por lo que la denominación FOL cambió a Cooperative Security Location (CLS), Puesto de Seguridad Cooperativa. Sin embargo, son lo mismo y en la región las bases siguen aumentando.

En la actualidad y ante la falta de cifras oficiales se conocen 75 bases aproximadamente, algunas son MOBs, FOL/CLS, y otras llevan nombres como Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER) en el caso peruano. Los países que encabezan la lista Panamá (12), Puerto Rico (12), Colombia (9) y Perú (8).


Bases militares de EE.UU. y la OTAN en Latinoamérica y el Caribe.



A su vez, Colombia suscribió un acuerdo de cooperación en 2016 con la OTAN para el intercambio de información, estrategias y protocolos del ejército colombiano con los miembros de esta organización, entre los que se encuentra los Estados Unidos. Mauricio Macri, presidente argentino, anunció que volverá a permitir la instalación de bases militares permanentes en Argentina, una en la triple frontera con Paraguay y Brasil y otra en Tierra del Fuego en Ushuaia. En Brasil, el gobierno de Temer incrementó un 36% al presupuesto militar, meses después de aprobarse el PEC 55 que congeló el presupuesto de salud y educación pública durante 20 años.

Estas acciones legitiman la presencia militar extranjera una vez a niveles gubernamentales. Además con estos nuevos enfoques en Defensa, se afianzará las alianzas militares con Estados Unidos, algo que abrirá la puerta para una nueva fase de adoctrinamiento en las fuerzas armadas latinoamericanas, donde Brasil cumple un rol crítico.

Según Héctor Luis Saint Pierre, coordinador de Seguridad Internacional, Defensa y Estrategia de la Asociación Brasileña de Relaciones Internacionales, "hay un respeto en Sudamérica por la escuela militar brasileña. Entonces, Brasil es un socio estratégico para la formación doctrinaria de los militares del continente. Si Estados Unidos tiene buena relación con la armada brasileña, es más fácil difundir su mensaje entre los militares de la región”.

Un escalofriante recuerdo que remonta al funcionamiento de la Escuela de las Américas, institución de adoctrinamiento militar e ideológico de los Estados Unidos, encargada de formar a escuadrones de tortura y muerte en toda Latinoamérica durante los años 70, 80 y 90. Volver a modelos de defensa de corte colonial solo representa un retroceso y peligro para el proceso de integración regional y la paz.

Inclusive iniciativas como el Consejo de Defensa Suramericano (CDS), creado por UNASUR en 2008 para encargarse en implementar políticas en materia de cooperación militar, acciones humanitarias y operaciones de paz, industria y tecnología de la defensa; será observador oficial de la Operación América Unida. “De ese modo, se legitiman los espacios en los que participa el Pentágono y se diluyen los espacios propios de la región sudamericana”, comenta Raúl Zibechi, periodista uruguayo.

Con la presencia estadounidense socavando las soberanías nacionales, apoyados por el retorno de líderes de ‘derecha’ y la deslegitimación sistémica de los proyectos progresistas de la región, la idea de Latinoamérica unida sin imposiciones imperialistas se convierte nuevamente en un sueño. De forma alarmante la región se sigue llenando de bases estratégicas de los Estados Unidos para controlar recursos, personas y operaciones militares, y entonces ¿si eso no es colonialismo qué es?
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martes, 18 de abril de 2017

Geopolíticas imperiales: El Cuerno de África.



No es una casualidad que los espacios con la mayor cantidad y cualidad de recursos naturales sean, también, los puntos de mayor profusión de la violencia en el mundo. Productos de las dinámicas globales de producción y consumo materiales, de la centralización y concentración de la riqueza económico-financiera, los territorios desde los cuales se extraen las materias primas que mantienen en permanente crecimiento la comercialización de mercancías se distribuyen alrededor del mundo como una red de nodos de los cuales depende el extractivismo del capitalismo global.

No es azaroso, por consecuencia, que para Occidente los espacios-tiempos de mayor diversidad natural sean, asimismo, ejemplos arquetípicos de lo que significa ser un Estado fallido: Estados-nacionales que, de acuerdo con los ideólogos de la métrica axial occidental, proveen un especio de inigualable fertilidad para la proliferación de grupos terroristas, de redes dedicadas al crimen organizado internacional y de una vastedad de amenazas a la paz y la estabilidad de continentes enteros. Así pues, si bien es cierto que la importancia geopolítica y geoestratégica de una porción territorial se encuentra determinada por su funcionalidad para mantener la acumulación de capital en los centros neurálgicos de la economía-mundo, también lo es que esas porciones lo mismo se encuentran en la más remota y aislada comunidad indígena en América Latina que en la amplitud de los márgenes político-administrativos de una entidad estatal en el sudeste asiático.

Por supuesto, dentro de la lógica y el discurso occidentales, las razones de ser y las causalidades que originan a cualquier estado fallido, alrededor del mundo, siempre son tautológicas, autorreferenciadas en el sentido de que tanto unas como otras se validan por remitir a la misma serie de juicios de valor, al mismo conjunto de operaciones explicaciones causales que hacen del tercermundismo, del subdesarrollo, de la barbarie y el atraso las fuentes últimas de toda desgracia que ocurra dentro de las fronteras del Estado en cuestión.

En este sentido, un Estado fallido lo es debido a que sus instituciones públicas son débiles, a que sus instrumentos de participación política son insuficientes, poco actuales y viciados de origen; a que la construcción de ciudadanía aún se encuentra en ciernes, a que carece de una clase política profesional que se encargue de dirigir al país, a que la barbarie de su pasado colonial aún no es superada por la modernidad y el progreso y, sobre todo, a que el modo de producción, en su conjunto, aún no se encuentra organizado de la manera en que lo está en países como Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Francia, etcétera. Por eso un Estado fallido siempre es producto de sí mismo, de su resistencia a civilizarse y modernizarse.

Fuera de foco queda, en tales explicaciones, el valor geopolítico con el que se reviste a cada territorio. Y más aún, cuando el espacio-tiempo del mismo es, por su posición en el globo terráqueo, disputado por diversos Estados-nacionales, grupos empresariales, comunidades autóctonas y estratos sociales. Tal es el caso de aquellos espacios de los cuales se extraen diversas materias primas estratégicas para sostener el patrón de producción y consumo globales: los minerales estratégicos, por ejemplo; denominados así por el grueso de las economías centrales debido a que de su obtención depende el funcionamiento de grandes porciones de una o varias industrias, aunque de manera primordial aquellas relacionadas con la informática y el desarrollo de tecnologías de punta. Pero no sólo, pues lo estratégico de cada recurso natural deviene de su importancia tanto para la satisfacción de las necesidades de una población determinada cuanto para la exponenciación del lucro obtenido por su comercialización.

África, por lo anterior, es un continente en permanente disputa por los grandes capitales y complejos estatales, científicos y militares de todo el mundo: su masa territorial concentra alrededor del 81% de las reservas de cromo globales; pero también, y en la misma escala planetaria, alberga más del 50% de los yacimientos de cobalto, 52% de las reservas de manganeso y 13% de las de titanio: todos, materiales de vital importancia para la producción de gran maquinaria, en general; pero para el continuo desarrollo de aleaciones metálicas imprescindibles para las industrias de las telecomunicaciones, aeroespacial y militar, en particular.

Estados Unidos, por ejemplo, de un listado de sesenta elementos indexados, tanto por los Departamentos del Interior y de Seguridad Nacional como por la Oficina de Evaluación Tecnológica del Congreso, como minerales estratégicos para el mantenimiento de la hegemonía estadounidense en el mundo, depende en más del 60% de sus importaciones de treinta y nueve elementos —de los cuales, veintitrés se encuentran en el rango de 90% a 100% de dependencia del exterior. A ello se suman las reservas de oro y diamantes, las forestales, las acuíferas y, por supuesto, las concernientes a la enorme diversidad de especies animales y vegetales de las cuales dependen los complejos farmacéuticos.

Ahora bien, si se entiende que la operación de los servidores que permiten el funcionamiento del internet dependen del cobalto, que la producción de smartphones lo hace del litio y del cobre, que la industria eléctrica y la automotriz lo hacen del cromo, del titanio y el aluminio; que la síntesis de vacunas y nuevos medicamentos para viejas y nuevas enfermedades lo hace de los químicos presentes en diferentes especies de flora y fauna, etc., se comprende, también, que son imprescindibles, por un lado, la participación del capital privado en las cadenas de producción y suministro de las materias primas y sus derivados; y por el otro, el aseguramiento, tanto presente como futuro, de los espacios en los que se encuentran los recursos naturales, de la actividad empresarial, y de las rutas por las cuales transitan esas mercancías.

De aquí que el número de actores, de poderes, locales, nacionales y extranjeros en confrontación en un espacio-tiempo de vastos recursos naturales sea un factor definitivo en la comprensión de los porqués de los Estados fallidos. Porque contrario a las posiciones mainstream en torno del tema, lo fallido de cualquier Estado no es una condición dada en los genes de los individuos que conforman su sociedad. Más bien, lo que se encuentra en juego en cada uno de esos Estados es la posibilidad de que unos u otros poderes controlen la actividad productivo/consuntiva que se deriva de los recursos naturales albergados en el territorio, de la posición de tránsito del mismo, o de ambos.

Tal es el caso de Somalia, en África, un país localizado en el Cuerno de aquella masa continental que, sin importar el índice —cuantitativo o axial— al que se recurra, siempre se coloca dentro de las últimas diez posiciones del total de la muestra abarcada: ya sea en sus niveles de corrupción, de violencia, de empobrecimiento, de alimentación y salud, de educación, de ingresos monetarios, etcétera.

El caso de Somalia, lejos de representar una excepción a la regla dentro de los mecanismos que las grandes economías occidentales emplean para fabricar Estados fallidos, significa un caso paradigmático que ejemplifica la enorme cantidad de intereses en juego y la violencia tan avasalladora que se emplea para asegurar esos mismos intereses. En primera instancia, al margen de las reservas de recursos biológicos y otros minerales estratégicos con las que cuenta el país, Somalia alberga enormes yacimientos de gas y petróleo que colocan a su territorio como una de las principales fuentes de energía tanto para Europa como para Asia, después de todo, África, en términos de extraxctivismo, funciona para esas dos masas continentales a la manera en que América Latina lo hace para Estados Unidos.

En segundo lugar, su posición geográfica es estratégica para mantener las rutas comerciales marítimas que conectan a Asia y a Europa por el océano Índico: tanto, que sólo otros siete puntos alrededor del mundo gozan de la misma condición que este país. En efecto, colindando al Norte con el Golfo de Adén, Somalia es uno de los tres territorios — junto con Yibuti y Yemen— de los cuales depende que el oil transit chokepoint de Bab el-Mandeb permanezca abierto al tráfico comercial que rodea a la península arábiga y que conecta al sudeste asiático con el mar Mediterráneo.

Esa posición no es nada despreciable en términos geopolíticos: únicamente por concepto de tráfico petrolero, por el estrecho de el-Mandeb se mueven 3.8 millones de barriles diarios y transitan entre doscientos y trescientos millones de toneladas del hidrocarburo. Nada más los estrechos de Malaca, entre Indonesia y Malasia, y de Ormuz, entre los golfos Pérsico y de Omán, mueven mayores cantidades de energéticos de las que se mueven por las costas somalíes. De aquí que cualquier alteración en los flujos comerciales de las rutas que atraviesan el estrecho hacia o desde el canal de Suez implique la posibilidad de cortar el abastecimiento de energéticos a ambos lados del océano Índico, pero también, el encarecimiento de los costes de transportación, toda vez que sería necesario rodear al África o trasladar las mercancías por las conflictivas tierras del Oriente Medio.

Basta con observar los actores que se encuentran en disputa en la zona para percibir la manera en que, desde hace por lo menos una década, empujan el reacomodo de las orbitas geopolíticas de los grandes imperios en la zona. Por un lado, la presencia de Estados Unidos es indiscutible en el Cuerno de África desde la crisis de Suez. Con presencia de capitales privados y bases militares permanentes, la Caída del Halcón Negro y el hecho de que nueve (de nueve) presidentes somalíes hayan estado directamente vinculados con los servicios de inteligencia estadounidenses, hayan sido ciudadanos o empresarios de la misma nacionalidad no son más que el corolario de una larga historia de dominio colonial mantenida desde el Congreso de Berlín, en 1885.

Por supuesto no es, por ello, azaroso el que la intervención militar directa de Estados Unidos se haya dado dos años después de haber encontrado grandes yacimientos de hidrocarburos. Como no lo es, tampoco, el que las dos presidencias de Barack Obama se hayan caracterizado por el incremento permanente de presencia militar en el país, por la intensificación de los ataques en contra de civiles por vehículos no tripulados y por la profusión deayuda humanitaria materializada en armamento y entrenamiento militar.

Pero Estados Unidos no es el único Estado interesado en mantener su hegemonía en la zona. A la intensificación de las operaciones especiales estadounidenses en la zona han seguido, por un lado, el posicionamiento de bases militares chinas en la vecina República de Yibuti —bastión militar estadounidense por antonomasia. Por supuesto la diplomacia China disfrazó el acto de la misma manera en que lo suelen hacer Francia, Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido: apeló a un nombre políticamente más correcto y afirmó que la Base Logística solo serviría para propósitos humanitarios ligados al actuar de los cascos azules. Está demás señalar que el-Mandeb implica una importancia geoestratégica tan importante para china como la que representa Malaca.

Por el otro, y previsiblemente como respuesta a la expansión china en la zona, siguieron, también, tanto el reforzamiento japonés de la que también es su primera base militar de ultramar como la construcción de una base en la zona por parte de los saudíes. Y si bien la presencia militar japonesa es respuesta directa a la china, mientras que la saudí lo es a la influencia iraní post-acuerdo nuclear, ambas acciones se concatenan con la sangrienta intervención armada de Saudi Arabia en el vecino Yemen.

Somalia, Yemen y Yibuti son territorios indispensables para mantener cualquier orbita geopolítica imperial en la zona. Y la cuestión de fondo es que lo fallido que Occidente observa en ese Estado no cesará de regir en tanto la confrontación de los intereses comerciales que envuelven a la ruta comercial de el-Mandeb tampoco cese. Utilizar el argumento de combatir a la piratería local como pretexto para intervenir la zona en forma militar —cuando la piratería en el Cuerno de África es a Somalia, en tiempos de Trump, lo que Al-Qaeda fue a Afganistán en tiempos de Nixon— no hará más que escalar los dispositivos mediante los cuales se sigue empobreciendo a las poblaciones locales y fortalecer a los Señores de la Guerra que aplican dichos dispositivos.



Fuente: Rebelión

viernes, 6 de junio de 2014

La resistencia del imperio a perder el control económico global.


Oscar Varela, 05-Junio-2014

¿No queríais más temas de política pura? Pues ahí va un inquietante análisis de geopolítica global que explica lo que pasa en el mundo y la preocupación del consejero de Gas Natural,Isidoro Felipe González, por el posible surgir de tendencias bolivaristas en España. AD.

“Destilado” de

Por Rafael Bautista (especial para ARGENPRESS.info)

Antes o después de leer el destilado, no dejen de leer completo el artículo de Argenpress. Y vale la pena también consultar la importante reunión que tendrá lugar los días 14 y 15 de junio:Cumbre del G77+China

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1.- En la Aurora del siglo XXI
El siglo XXI amanece con un nuevo mundo emergente que ya no presupone, ni cultural ni civilizatoriamente, la hegemonía occidental.

Las crisis en Ucrania y Siria manifiestan la compleja transición hacia un mundo sin centro hegemónico único; hacia el “incipiente mundo multipolar”.

El “gran relato” neoliberal del “fin de la historia” se hizo pedazos el 11 de septiembre de 2001 y su última cruzada, llamada el “choque de civilizaciones”, es derrotada en Siria y Ucrania.

Este mundo multipolar pende del siguiente detalle:
las alianzas geopolíticas sólo podrán cimentarse en una cooperación mutua y estratégica ;
no en exclusivas relaciones de dominación.

Las bravuconadas bélicas de Occidente no pudieron invadir Siria, y eso le está costando, no sólo credibilidad sino, sobre todo, la desconfianza en su capacidad militar.
Ni Estados Unidos ni Europa tienen la musculatura económica ni militar, para hacer valer sus sanciones a una Rusia que, aliada de China, ya no tiene necesidad de supeditarse a un Occidente en decadencia.

2.- Suicidio de una Geopolítica del desarrollo infinito
La geopolítica concebida por las potencias occidentales está feneciendo.

Ya no tienen sentido:

* la disposición centro-periferia, pertinente al mundo moderno,

* un sistema económico de despojo sistemático de vida (humanidad y naturaleza)

* en favor de los dos fetiches: el capital y el mercado .
La ciencia moderna junto a la economía capitalista en su mítico paradigma del desarrollo supone recursos de aprovechamiento infinitos; pero el mundo es finito y se rebela en crisis.

Ni la naturaleza ni el trabajo humano pueden garantizar un progreso sin fin. Un crecimiento sin límites es una pura ilusión trascendental.

El mundo moderno basa su crecimiento económico en el aprovechamiento exhaustivo de la energía fósil.

El mito moderno de los países ricos es crecer indefinidamente. Pero desde el 2003, cuando British Petroleum confirma el fracaso de la guerra de Irak, ya el primer mundo no puede subvencionar su desarrollo.

3.- La crisis de traspasar los límites
Las crisis financiera, energética y climática son la contra-cara de la rebelión de los límites ante las pretensiones ilimitadas de un crecimiento sin fin.
La cúspide de explotación petrolera a nivel mundial ya se habría alcanzado en el 2006. La del uranio se daría en el 2018. Pero los países ricos no responden de modo sensato a esta realidad sino que apuestan por un peligro aún mayor: los agrocombustibles.
Para el imperio es imprescindible la combinación dólar-petróleo. Sin petróleo no puede sostener su infraestructura bélica planetaria. Si tiene el petróleo tiene el control.

La amenaza sistemática contra Venezuela es porque necesitan del petróleo venezolano para equilibrar su poder ante estas nuevas derrotas en Ucrania y Siria.
Estados Unidos persigue su soberanía energética recapturando a Latinoamérica.

4.- G77 y el momento justo
Este contexto epocal de la “50 reunión cumbre del G77” a celebrarse en Bolivia, la hace inédita, pues si en sus inicios el G77 sólo coordinaba programas de cooperación en materia de comercio y desarrollo para una mejor integración en el mercado mundial, la nueva reconfiguración geopolítica y geoeconómica actual, sienta las bases para hacer de este grupo un contrapeso a la hegemonía -en decadencia- de los países ricos.
Politizar la cumbre G77 es fundamental para situar a nuestra región en la transición civilizatoria del siglo XXI. “Vivir bien” y la “Descolonización” dejan de ser pura retórica.
El ascenso de los emergentes reequilibran el poder global y hace posible descentrar la economía y la política globales.

Con el ascenso de los BRICS se reivindican culturas y civilizaciones que el mundo moderno las consideró arcaicas y del todo superadas.

India y China vuelven a tener la importancia global anterior a la modernidad.
Cuando los poderes hegemónicos retroceden en algo, las soberanías nacionales despiertan a nuevas apuestas y, si se generalizan, se entra en un “cambio de época”.

5.- Nuevas Alianzas; nuevas Estrategias

La cooperación y las alianzas estratégicas pueden enfrentar la arremetida de los países ricos.
Estas alianzas no pueden prescindir de los BRICS. Aliarse a los BRICS no tendría que significar avalar, o peor, remedar su modelo de crecimiento económico.

Una transformación del modelo productivo supone una nueva arquitectura financiera y ésta presupone un nuevo marco jurídico del derecho, nacional e internacional, que le devuelva la soberanía a los pueblos.

No es un modelo de desarrollo lo que ha entrado en crisis sino el propio desarrollo.

La concepción que de la naturaleza tienen el capitalismo y la modernidad, es lo que hace insostenible su sistema económico.

Los “derechos de la Tierra”, el “vivir bien” y la “descolonización”, devienen criterios epocales en donde caldear una fuerte toma de conciencia.
Desafiar al mercado global supone la promoción de sistemas productivos locales y tecnologías ancestrales recuperando la soberanía alimentaria, al mismo tiempo que remedia en un 50%, la emisión de gases de efecto invernadero
El nivel de agresión y destrucción del proceso de producción capitalista, destaca una invariable en su propia lógica: destruir para producir.

6.- Europa en entredicho
En Ucrania, la opción occidental consiste en restaurar el orden hegemónico unipolar; pues la sobrevivencia de Europa misma se encuentra en entredicho.

La dependencia del gas ruso le aleja de la esfera gringa y le convierte en una semi-colonia energética de una economía cuyo centro se hace cada vez más oriental.

Para Occidente es vital recuperar esa zona. Consideran que Ucrania es la entrada a Eurasia, donde vive el 75% de la población mundial y donde se hallan ¾ partes de toda la energía conocida.

Capturando a Ucrania impediría que la economía se orientalice, pues si Rusia se acerca a China (y a India), Occidente deja de tener la importancia que una vez tuvo y su economía; no podría ya reponer su predominio. Alemania está jugando doble, pues también se acerca a China y Rusia, aunque no renuncia a su pertenencia occidental.

7.- Hacia una Geopolítica “mundial”; no una “provinciano-imperial”
En un mismo mundo compartido, todo tiene relación con todo. El G77 no puede desatender este nuevo contexto.

El mundo es lo que se interpreta de éste. O descubres el mundo o te lo encubren.

La política exterior de nuestros países ha estado siempre constituida a partir de los marcos teórico-conceptuales de la narración geopolítica imperial. Habrá que desprenderse de eso.

El orden moderno es un sistema que encarnan dos grandes vicios de las relaciones internacionales: el deseo de dominio expansivo y de eliminación de la diversidad.

Un mundo multipolar y policéntrico hace pensar a nuestros países en una descolonización de la geopolítica.
La transición civilizatoria no puede ser ciega. Advertir el sentido potencial de una nueva reconfiguración planetaria, sin hegemonía única, permite diseñar una nueva fisonomía global más acorde a una realidad diversa y plural.

8.- Cerrando la ONU

La propia ONU debería desaparecer y dar lugar a una nueva y más democrática organización.

El G77 contiene la mayor concentración de países miembros de la ONU, por tanto, su legitimidad es considerable. Un nuevo mundo en ciernes no puede amanecer con instituciones arcaicas.

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Rafael Bautista es autor de “La Descolonización de la Política. Introducción a una Política Comunitaria”, Plural editores, la Paz, Bolivia.

jueves, 5 de junio de 2014

Como hace cinco siglos: las lenguas americanas en la mira imperial.

Los Altos de Chiapas. Foto: Enrique Carrasco

"La electricidad, el vapor, la imprenta, lo mismo hablan, se deslizan, vuelan cuando se lo pide un español que cuando se lo demanda un azteca; para entenderse no es necesario hablar castellano; los que vieron en Babel confundidas, extraviadas sus lenguas, han recobrado la voz y emprenden de nuevo la conclusión de la torre prodigiosa, el escalamiento del cielo."

Por Víctor de la Cruz

Un principio general de derecho reza que “quien es primero en tiempo es primero en derecho”. Este principio permanentemente es invocado en los tribunales y órganos de gobierno, siempre y cuando no se trate de los indígenas; porque entonces la sociedad política, los jueces y los administradores piensan que dicho principio no es aplicable a quienes se llama despectivamente “indios”.

Existe una contradicción entre ese principio y el trato a los descendientes de los primeros habitantes del territorio que conforma este país, como lo existe entre el concepto de cultura nacional —tal como ha sido adoptado por las élites intelectuales y políticas—, y la cruda realidad de estructuras sociales y económicas fragmentadas, desintegradas y sumamente polarizadas, así como en algunos países como México: una composición de la población altamente diferenciada en términos étnicos y culturales.

Estas contradicciones estallaron el 1 de enero de 1994, cuando los descendientes chiapanecos de los mayas se levantaron en armas contra el gobierno federal y contra el pacto social escriturado en la Constitución de la República, que permite el despojo de sus tierras, recursos naturales y la exterminación de sus culturas y lenguas.

Supuestamente para combatir las causas de la rebelión zapatista, el gobierno federal inició un diálogo, en varias etapas y mesas, con los representantes de los indígenas rebeldes, que culminaron en los Acuerdos de San Andrés firmados el 16 de febrero de 1996 por los representantes de ambas partes. Los puntos sustanciales de esos acuerdos fueron traducidos a una “Propuesta de Iniciativa de Reformas Constitucionales en materia de Derechos y Cultura Indígena”, presentada el 29 de noviembre de 1996 por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) del Congreso. Sin embargo, el gobierno de la federación encabezado por Ernesto Zedillo, como han hecho otros gobiernos criollos en la historia de México, no hizo honor a su palabra y a la firma de sus representantes, oponiéndose a que dicha iniciativa fuera presentada como un acuerdo de ambas partes, pretextando problemas de técnica jurídica.

El siguiente gobierno, que había prometido el cambio y resolver el conflicto chiapaneco en 15 minutos, hizo suya la iniciativa de la Cocopa y la presentó al Congreso de la Unión, vía la cámara de senadores, en diciembre del 2000; pero allí los distinguidos jurisconsultos hicieron engrudo el atole. No se acordaron de los problemas de técnica jurídica ni de la teoría del derecho constitucional, que divide las constituciones clásicas en dos partes: la dogmática y la orgánica, estableciéndose en la primera las garantías individuales y en la segunda la organización política de la sociedad.

Lo que hicieron fue quitar el anterior contenido del Artículo 2° pasándolo al primero y retacaron aquél de cuantas ideas criollas tuvieron en la cabeza. Empezaron con un principio monárquico-centralista que niega el federalismo del Estado mexicano: “La Nación mexicana es única e indivisible”; confundieron el concepto de nación con el de pueblo, éste con el de comunidad; convirtieron a las comunidades indígenas en objetos de interés público en vez de sujetos de derecho público como piden, además de agregar un apartado B donde enumeraron los objetivos de una secretaría de Estado que se ocupe de los indígenas, cuando sea creara, lo cual todavía no ha sucedido. Todo como si la Constitución general de la República fuera una ley reglamentaria. En conclusión, produjeron un mazacote, un bodrio jurídico que remite a las constituciones y leyes de las entidades federativas “el reconocimiento de los pueblos y comunidades indígenas”. Tanto ruido para tan pocas nueces y aquí tienen ustedes la responsabilidad de arreglar las cosas.

En los organismos internacionales, que sólo son foros de imágenes o para tomarse la foto, que todavía subsisten a pesar de las violaciones del gobierno estadunidense a lalegalidad internacional; después de varios decenios de discusión, la Conferencia General de la unesco finalmente adoptó la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural el 3 de noviembre de 2001.

Su artículo quinto establece: “Los derechos culturales son parte integrante de los derechos humanos, que son universales, indisociables e interdependientes. El desarrollo de una diversidad creativa exige la plena realización de los derechos culturales, tal como los define el Artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y los Artículos 13 y 15 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Toda persona debe, así, poder expresarse, crear y difundir sus obras en la lengua que desee y en particular en su lengua materna; toda persona tiene derecho a una educación y formación de calidad que respete plenamente su identidad cultural; toda persona debe poder participar en la vida cultural que el elija ejercer sus propias prácticas culturales, dentro de los límites que impone el respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales”.

Pero no todo es color de rosa. Dos gobiernos anglosajones y el hispano, enloquecidos de soberbia, han declarado la guerra a la pluralidad en el mundo, con el pretexto de combatir el terrorismo buscan globalizar su cultura, su religión y su lengua. Mientras Estados Unidos quiere imponer al mundo entero su destino manifiesto, en la España imperial soñada por Antonio de Nebrija, la de José María Aznar y el juez Baltazar Garzón, se busca aniquilar a las minorías étnicas que se oponen al centralismo madrileño (ver Ojarasca de febrero).

¿Cómo es posible preocuparnos por la biodiversidad de la flora y la fauna y olvidemos la pluralidad lingüística y cultural en Estados Unidos, España, México, en todo el mundo? ¿Es posible que defendamos la diversidad de plantas y animales y permitamos la extinción de la diversidad en el ser humano? Los gobiernos español y estadunidense creen que sí, pero en nuestro país debemos abrir los ojos y el corazón dejando de ser seguidores de políticas genocidas de los criollos centralizadores de toda visión del mundo.

Ante los tambores de guerra que se oyen actualmente anunciando un nuevo Apocalipsis, citaremos parte de la respuesta de Ignacio Ramírez al español Emilio Castelar, en una polémica que sostuvieron en los años sesenta del siglo xix (“La despañolización”, en Ignacio Ramírez, El Nigromante. Prólogo y selección de Francisco Monterde, Secretaría de Educación Pública, 1944):

¡Qué ruin sería la América a los ojos de nuestro ilustre antagonista si no aspirara a remedar a la España! Un astro más noble descubre la inteligencia entre las tempestades que rodean al mundo; con sus rayos descubrimos el trono conservado para la libertad y el altar para la ciencia; no es el orgullo español ni la ambición francesa quienes hacen desaparecer los Pirineos y precipitan al mar las columnas de Hércules; es la fraternidad universal: lo que hay de más puro, de más noble, de más sublime, pertenece a todos los pueblos, todas las glorias se confunden en una. Homero y Confucio, Washington y Voltaire, Bolívar y Lutero, todo hombre que se apellida grande, lo mismo pertenece a la China que a la España, y en México son igualmente queridos los nombres de Castelar y de Hidalgo. La electricidad, el vapor, la imprenta, lo mismo hablan, se deslizan, vuelan cuando se lo pide un español que cuando se lo demanda un azteca; para entenderse no es necesario hablar castellano; los que vieron en Babel confundidas, extraviadas sus lenguas, han recobrado la voz y emprenden de nuevo la conclusión de la torre prodigiosa, el escalamiento del cielo.

Víctor de la Cruz, poeta, escritor e investigador zapoteco. En 2013 la UNAM publicó una nueva edición de su clásico La flor de la palabra/Gui’st’ diidxazá, sobre la literatura de su pueblo. Con este artículo culmina su serie de escritos sobre las lenguas originarias, publicados en estas páginas febrero y marzo pasados.

Fuente: Suplemento Ojarasca

viernes, 27 de diciembre de 2013

La reinvención de Latinoamérica.


Por Luis Hernández Navarro *

ALAI, 26 de diciembre, 2013.- Hace 75 años, en 1958, el historiador mexicano Edmundo O’Gorman publicó un libro titulado La invención de América, con el que sacudió la historiografía dedicada a documentar y explicar el descubrimiento y la conquista americana. Inventar, significa, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia de la Lengua, hallar o descubrir algo nuevo o no conocido.En su texto, O’Gorman explica, de manera novedosa para su tiempo, la forma en la que el relato sobre la historia y el devenir del “nuevo continente” fue construido. Hoy, retomando esa imagen, podemos decir que América Latina se está reinventando.

El concepto América Latina tiene tras de sí una larga historia. Muchos años antes de que O’Gorman publicara su obra, en 1857, el escritor colombiano José María Torres escribió en su poema Las dos Américas las claves del nuevo imaginario regional: “Mas aisladosse encuentran, desunidos/Esos pueblos nacidos para aliarse:/La unión es su deber, su ley amarse:/Igual origen tienen y misión;/ La raza de la América latina,/ Al frente tiene la sajona raza,/ Enemiga mortal que ya amenaza”. Poco antes, en 1856, el filósofo chileno Francisco Bilbao, había usado durante una conferencia, el mismo término.

La región está en un proceso de reinvención porque su visión de sí misma, su destino como territorio y su relación con las grandes potencias, especialmente con Estados Unidos, se está transformando radicalmente. Si, hasta ahora, su inserción con el resto del mundo ha estado condicionada por la presencia de las potencias imperiales (España, Portugal, Inglaterra, Francia y Estados Unidos), con el nuevo siglo ha comenzado a construirse como un conglomerado de naciones con procesos de integración crecientemente soberanos.

Se trata de un proceso complejo, ambiguo, en ocasiones contradictorio, que no avanza en línea recta, en el que no todo está definido y cuyo destino final no está aún escrito. Un proceso en el que sus riquezas naturales, como la abundancia de agua dulce (alrededor de la mitad del planeta), sus reservas de petróleo y gas, sus recursos minerales y la riqueza de su biodiversidad, desempeñan un papel central.

Como señas distintivas de esta reinvención se encuentran, entre otras, la refundación de varios Estados nacionales a partir de Asambleas Constituyentes; la ruptura con el Consenso de Washington; la recuperación de su soberanía petrolera, de sus recursos naturales y bienes estratégicos; la puesta en práctica de políticas de inclusión social, redistribución de la renta y reconocimiento de la diversidad cultural; la existencia de poderosos movimientos sociales emancipatorios, y la firma de acuerdos de integración regional guiados por la idea de la cooperación, la complementación económica y la ayuda mutua.

Esta reinvención de América Latina implica, obligadamente, una nueva redefinición de su lugar en el orbe, en el que abandone su lugar como “patio trasero” de Estados Unidos. Un nuevo rol internacional en el que tiene como herramientas medulares, la construcción de foros y entidades regionales sin presencia de Washington –Mercosur, Unasur, Alba y Celac– y la diversificación de las relaciones económicas, comerciales y tecnológicas con naciones que, en otras zonas del planeta, hacen contrapeso geopolítico a Washington, como China, Rusia e Irán.
El fin de la Doctrina Monroe

El pasado 18 de noviembre, en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), el secretario de Estado, John Kerry, anunció el fin de la era de la Doctrina Monroe, y la decisión de Estados Unidos de compartir responsabilidades con los otros países del continente y tomar decisiones como compañeros en el marco de una relación de iguales.

Sin embargo, tan pronto como fue proclamado, ese supuesto fin del viejo enunciado colonialista redactado por John Quincy Adams y enunciado por primera vez por el presidente James Monroe –América para los americanos–, fue desmentido por el jefe de la diplomacia estadunidense. Contradiciendo sus palabras, marcó la agenda de su país para la región: promover la democracia, mejorar la educación, adoptar nuevas medidas de protección ambiental y desarrollar el mercado energético. Y, ya encarrerado, criticó a los gobiernos deCuba y Venezuela.

El fin de la Doctrina Monroe tiene, como telón de fondo, una pérdida relativa de la influenciade Washington en la región, no como producto de una decisión de la superpotencia, sino como resultado de las luchas de los movimientos sociales y la elección de gobiernos progresistas que reivindican la recuperación de la soberanía, la ruptura con el neoliberalismo y la integración latinoamericana. Estos proyectos han modificado el esquema de relación con Estados Unidos.

Sin embargo, este cambio no ha implicado, ni mucho menos, el fin del dominio estadunidense en la región. El Imperio está muy lejosde ser un tigre de papel. A pesar de los problemas que enfrenta en todo el mundo y del surgimiento de nuevos ejes de poder, su supremacía militar, el vigor de sus empresas e inversiones, su capacidad para condicionar los flujos comerciales a su favor, la hegemonía semántica de sus industrias culturales y la fortaleza de sus agroindustrias lo convierten en la única potencia estratégica global.

Estados Unidos es el país con mayores gastos militares en el mundo. En 2011, su presupuesto para este rubro representó el 40 por ciento de los gastos totales en el planeta, seguido, muy de lejos, por China y Rusia. Es, también, el principal fabricante y exportador de armamento. Este predominio tiene tras de sí una poderosa base productiva. Lockheed Martin, Boeing y BAE Systems lideran la industria militar mundial. Las dos primeras son estadunidenses.

Su poderío y superioridad bélica se complementan con las 827 bases militares en el mundo, 27 de ellas en América Latina. En abril de 2008, restableció el funcionamiento de su IV Flota, responsable de las operaciones en el Caribe, América Central y América del Sur.

A pesar de sus dificultades, la economía estadounidense sigue siendo la de mayor magnitud del planeta. Su PIB nominal representa una cuarta parte del PIB nominal mundial. De las 500 empresas más grandes del mundo, 133 tienen su sede en Estados Unidos, el doble del total de cualquier otro país. Por ventas, 8 de las 10 principales compañías del orbe son estadounidenses; por valor, 9 de cada 10, por tecnologías de la información y comunicación, 3 de las 4 primeras. Ese Imperio conserva, a pesar de las relocalizaciones, un relevante y competitivo sector industrial, especializado en alta tecnología, que elabora el 20 por ciento de la producción manufacturera de la tierra. Su mercado financiero es el más grande.

Para la Casa Blanca la comunicación y las nuevastecnologías asociadas a ellas, han sido, desde la década de los 50 del siglo XX, asunto de Estado. Sabe que quien conduzca la revolución informática será quien dispondrá del poder en el futuro. Los artículos culturales y de entretenimiento son una de sus principales generadoras de divisas. Su presencia rebasa la esfera exclusivamente mercantil: sus productos venden un estilo de vida, son parte de una hegemonía semántica.

Estados Unidos es el mayor exportador agrícola mundial y manda la mitad de su trigo y soya y, tres cuartas partes de su cosecha de algodón, a compradores internacionales. China es el principal destino de las ventas en este terreno.

La presencia de Washington en América Latina en todos estos rubros es notable. Es el principal abastecedor de armas a la región, a pesar de la creciente exportación rusa y china. De lejos, es la potencia militar más influyente en el área. Es, también, el principal inversor extranjero directo. Todo tipo de empresas de ese país hacen negocios en el hemisferio.

A pesar de la creciente presencia china, los consumidores latinoamericanos compran en sus países una vasta variedad de mercancías con el sello “Made in USA”. Las exportacionesde automóviles, computadoras, maíz, trigo, series de televisión, carnes, películas, jugos y frutas congeladas, celulares, juguetes, cosméticos, combustibles y aeronaves no cesan. De los 20 acuerdos de libre comercio que EstadosUnidos tiene con diversos países en el mundo, la mitad de ellos fueron firmados con naciones latinoamericanas y del Caribe. En 2011 las exportaciones de productos estadounidenses a los países de este subcontinente alcanzaron los 347 mil millones de dólares. El aumento de 54 por ciento en las exportaciones a la región, es mayor a la tasa promedio de crecimiento de exportaciones con el resto del mundo. Aproximadamente, el 85 por ciento de los bienes que comercia Washington entran libres de impuestos en Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, México, Panamá y Perú.

Por si fuera poco, como lo señaló Julian Assange, el 98 por ciento de las telecomunicaciones desde América Latina hasta el resto del orbe pasan por Estados Unidos, incluidos mensajes de texto, llamadas telefónicas, correos electrónicos. Ese país tiene a la mano la información de cómo se comporta la región, la ruta que siguen las transacciones económicas, el comportamiento y las opiniones de los principales actores políticos.

Aunque formalmente declare el fin de la Doctrina Monroe, su intervencionismo en la región es evidente, a través de temas como el narcotráfico, el terrorismo y la migración, además de su participación “discreta” en golpes blandos como los registrados en Honduras y Paraguay. Su influencia se hace sentir, también, en la apuesta por la Alianza del Pacífico, como contrapeso a los otros procesos de integración de América Latina.
El dragón chino

La actual bonanza económica de América Latina está estrechamente asociada a la entradade China en el hemisferio. El dragón asiático es un voraz consumidor de los alimentos, minerales y metales, y combustibles que se producen en la región. La inversión de ese país fue central en permitirle al área enfrentar sin grandes descalabros la recesión económica de 2009.

La presencia china en el hemisferio aumenta aceleradamente en todos los rubros: intercambios comerciales, inversiones directas, financiamiento e, incluso, actividades culturales. Salvo un declive en el crecimiento o graves conflictos políticos en la nación asiática, nada parece indicar que esta tendencia vaya a desaparecer.

Las inversiones de la patria de Mao Tsetung en América Latina aumentaron de 15 mil millonesde dólares en 2000, a 200 mil millones en 2012. En 2017 podría alcanzar la cifra de 400 mil millones. El volumen de comercio de este país con Brasil, Chile y Perú, superó al que estas naciones tuvieron con Estados Unidos. El gigante oriental fue, también, el segundo destino comercial de Argentina, Costa Rica y Cuba. El 40 por ciento de las exportaciones agropecuarias de la región van a este país(1).

Las inversiones directas de China en el área en 2011 superaron los 8 mil 500 millones de dólares.Y, entre 2005 y 2011, concedió préstamos a países del hemisferio por 75 mil millones de dólares. Se trata de inversiones y préstamos no condicionados a la aceptación de dogmas de desarrollo, consideraciones ideológicas o criterios estrictamente políticos. Ellos hablan siempre de cooperación y apoyo mutuo.

Según reporta el periódico El País, la dependencia de la economía de América Latina con China es tan grande, que por cada 1 por ciento que crece el PIB en el país asiático, aumenta un 0.4 por ciento en la región; por cada 10 por ciento que crece el dragón asiático, se incrementa las exportaciones del hemisferio en un 25 por ciento.

La creciente presencia China en un área que tradicionalmente ha sido zona de influencia estadunidense, no se ha topado con la animadversión de Washington. El Imperio ha buscado contener y administrar el impacto de la potencia oriental, y circunscribirlo a la esfera estrictamente económica. A su vez, Pekín ha actuado con cautela y ha dejado claro que su intención es ampliar sus fronteras económicas.

Entrevistado por El País, Daniel P. Erikson, asesor de la Oficina para Occidente del Departamento de Estado de Estados Unidos, dijo, cauteloso, que la creciente economía del país asiático le obliga a buscar nuevos mercados, una necesidad que también comparte AméricaLatina por los mismos motivos.
El oso ruso y las mineras canadienses

Impulsada por las crecientes ventas de armamento a América Latina, Rusia ha comenzado a redibujar su presencia en la región. Entre los quinquenios 1999-2003 y 2004-2008, las exportaciones de armamento del oso al hemisferio se incrementaron en un 900 por ciento. Se trata de su nuevo mercado de productos bélicos más relevante. Rusia abastece equipo militar a la región en mejores condiciones de pago y de entrega, también sin condicionamientos políticos. Con Venezuela ha realizado maniobras militares conjuntas.

Sus negocios en la región, sin embargo, van más allá de este asunto. El antiguo imperio de los zares invierte en el área, también, en petróleo, metalurgia, vivienda, hidroeléctrica y fabricación de autobuses.

La principal carta de presentación de Canadá en América Latina son sus empresas mineras. Según datos del 2008 las empresas canadienses controlan aproximadamente el 37% de la producción minera. Actualmente están activas 286 empresas y mil 500 proyectos, aunque aún no todos en explotación(2). Todas ellas han dejado una cauda de evasión fiscal, saqueo, contaminación masiva, problemas de salud pública, corrupción, desposesión, violencia contra opositores.

Canadá es la principal potencia minera del mundo. El 75 por ciento de las mineras del orbe se registran en Canadá y el 60 por ciento emiten sus acciones en la Bolsa de Valores de Toronto. Muchas de ellas son sólo formalmente canadienses porque, en realidad, son compañías con capitales australianos, suecos, israelíes, belgas y estadounidenses.

La legislación minera canadiense es flexible y en su régimen impositivo generoso con los inversionistas. Ellos son favorecidos en su financiamiento y en el terreno diplomático y judicial. Las empresas que cotizan en la Bolsa, pueden poner en valor yacimientos potenciales. De hecho, algunas sacan sus ganancias de la especulación bursátil en torno a yacimientos potenciales.

En todos los países de América Latina en el que operan mineras canadienses a cielo abierto se han producido severos conflictos comunitarios. Esa es hoy la marca distintiva de lasrelaciones establecidas entre América Latina y su otro vecino del norte.
La reinvención

América Latina está en un proceso de reinvención como hemisferio. Su futuro no está aún definido, su destino final no está escrito. El hemisferio está redefiniendo su inserción en el mundo.

En la última década, la región ha obtenido ingresos extraordinarios por la venta de materias primas, y capitales para la inversión de valores, exacerbados por liquidez abundante provista por los bancos centrales del mundo y tasas de interés históricamente bajas. Pero hoy, ese ciclo, apunta a su fin. Por ello, su reinvención implica necesariamente, una redefinición de su inserción en un mundo multipolar, en el que modifique su actual rol de proveedor de materias primas, que lo coloca en una situación frágil y vulnerable, para buscar un tipo de industria con tecnología de punta y el desarrollo de las manufacturas, al tiempo que desarrolla su mercado interno con equidad y justicia. Sino lo logra, sus sueños de integración e independencia, anunciados por José María en su poemaLas dos Américas, serán muy difíciles de realizar.

Notas:


(2) Ver: “La minería canadiense en América Latina.Un panorama contemporáneo”, de Arthur Phillips,Mary Roberts, Alix Stoicheff y Saviken Studnicki-Gizbert.
*Luis Hernández Navarro es coordinador de Opinión y articulista de La Jornada, de México.
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Fuente: Alainet: http://www.alainet.org/active/70117. Este texto es parte de la revista América Latina en Movimiento, 490-491, correspondiente a noviembre – diciembre de 2013, que recoge intervenciones y artículos de los participantes en el Encuentro Latinoamericano “Democratizar la palabra en la integración de los pueblos”. http://alainet.org/publica/490.phtml.
Otras noticias:

Fuente: Servindi

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Colombia: El paro agrario y la lucha por la tierra.


Por Efraín Jaramillo Jaramillo*

18 de setiembre, 2013.- Se han hecho muchos análisis sobre el paro agrario, pero a mi juicio faltan los que más necesitan los campesinos, sobre todo los que no tienen tierra. La mayoría de ensayos sobre el paro agrario, han sido ideológicos o textos que buscan los responsables de la crisis del agro colombiano en los Tratados de Libre Comercio (TLC), el neoliberalismo, la globalización, que remplazaron a los culpables de antes, el imperialismo, la CIA y otros espantos. Lo que debería hacerse es volver la mirada atrás y hacer una historia política de los procesos que han conducido a este levantamiento general de los campesinos, que ya llevan un mes y que aunque amainado, no ha terminado.

Este paro llama la atención porque en determinadas zonas ha adquiridorasgos de insubordinación, comparables a aquellos protagonizados por la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) a comienzos de los años 70 del siglo pasado, puesto que de este paro hacen parte también campesinos sin tierra, que tienen otras necesidades diferentes a que se solucionen problemas de infraestructura, se subsidien insumos para la producción agrícola, haya control deprecios a fertilizantes y entrada de productos subsidiados, eliminación del contrabando, ampliación de créditos; pero también a que se frene la firma de TLC con otros países, o aún que se suspendan los ya firmados, etc.

Pero también llama la atenciónel que estos campesinos sin tierra,las cenicientas,que estando entre el montón no son fácilmente visibles, ven como en las rondas de negociación del gobierno con los líderes campesinos,corren chorros de babas (las del vicepresidente Angelino Garzón han sido las más abundantes y sinuosas), sin que en ningún momento se mencioneque en el centro de la problemática agraria de Colombiaestá la concentración y acaparamiento de tierras. Este ruidoso silencio se presenta porque para el Estado es más barato repartir plata, sobre todo no azuza los demonios terratenientes, más en un país donde todas las violencias han tenido origen en la alta concentración de la tierra.

Un campechano análisis mostraría que todas las guerras internas que han agitado al país, parten de que hay gente que le quiere quitar la tierra a otra gente y esta a su vez se defiende para no dejársela quitar. Y en caso de que la haya perdido,estará esperando condiciones favorables para recuperarla y así sucesivamente…

Quizás esa historia debería recordarse para sacudirnos ese esquema interiorizado por la izquierda de encontrar culpables y no profundizar en las razones de las luchas por la tierra en Colombia, haciendo un seguimiento serio a los acontecimientos que las han originado.

Este texto no pretende hacer un registro de esas razones, sino de mostrar un aspecto de ellas que ha sido poco tratado en estos días.

Para abordar este tema nos vamos a remontar a la segunda mitad del siglo pasado, cuando se originó esa época horrenda, que en menos de 10 años cobró la vida a 300.000 campesinos. Independientemente de las causas que se le atribuyen a esta época llamada “la violencia”,el resultado final de ella fue el despojo de tierras de cerca de 400.000 familias campesinas y la ampliación o conformación de nuevos latifundios con base en ese despojo.

Esta violencia fue la respuesta de las oligarquías terratenientes a un anterior proceso de avance campesino en los años 30 y 40, donde muchas familias campesinas lograron hacerse a una considerable cantidad de tierrashacendatarias, en poder de una élite terrateniente. Ello había sido posible gracias a las reformas legales en favor de parceleros y arrendatarios introducidas por Alfonso López Pumarejo, primer presidente liberal después de varias décadas de hegemonía conservadora, partido muy ligado a los intereses de la iglesia y de los terratenientes.

A principios de los años setenta comienzan las movilizaciones campesinas, originando la más importante lucha por la tierra que se ha dado en Colombia. En esa ocasión se movilizan de nuevo los indígenas en defensa de los resguardos. Decimos “de nuevo”, porque en los años 20 y 30 ya habían dado grandes batallas para evitar que los terratenientes se apoderaran de las tierras de resguardo en el Departamento del Cauca, como había sucedido en el Departamento de Nariño, para ese entonces la región más indígena de Colombia. Esas luchas habían sido dirigidas con éxito por el terrajeropáez Manuel Quintín Lame.

La presencia de organizaciones de izquierda fue un factor decisivo en la evolución y ascenso del movimiento campesino, pues jugaron un papel positivo al sacar a los usuarios campesinos de la orientación reformista del gobierno de Lleras Restrepo y posibilitar así la dinamización de sus luchas y la formación política de sus dirigentes.

Pero después estas mismas organizaciones ayudaron a desmantelar lo que habían ayudado a construir. Al pretender que unas comunidades campesinas de incipiente organización y conciencia se convirtieran en un medio de su asalto al poder, lo que lograron fue desmontar la base reivindicativa de un movimiento social con grandes perspectivas. Hoy no se menciona esa historia para no incomodar o recibir los estigmas de aquellos amigos de entonces, que como dice Fernando Mires,malos de la cabeza interiorizaron “la tesis que popularizó Galeano, la de que siempre somos víctimas y nunca hechores”.

Una primera pregunta que nos hacemos, mirando el pasado reciente, es de si la violencia paramilitar que vino después y que se intensificó en la década de los 90, no es otra cosa que una nueva anexión violenta de tierras por parte de antiguos y nuevos terratenientes. Sea cierto o no este interrogante, el resultado es que con dineros provenientes del narcotráfico y utilizando la violencia, se llevó a cabo en menos de una década, una “contrarreforma agraria”que desalojó de sus tierras a más de tres millones de campesinos. Un estudio de la Contraloría General de la República revela que durante esos 10 años los narcotraficantes se apoderaron del 48% de las tierras más fértiles del país. Esto hace suponer que el desplazamiento forzoso de campesinos, indígenas y negros no es sólo un efecto colateral del conflicto armado, sino que obedece en parte a una estrategia macabra, asociada a los intereses de esos antiguos y nuevos latifundistas de volverle a quitar la tierra a los campesinos.

La segunda pregunta que nos hacemos es de si el paro agrario actual no llevará temprano o tarde a plantear la recuperación de la tierra por parte de los que la perdieron ayer, de los sin tierra, de los campesinos desposeídos por la violencia de losacaparadores de tierras. Eso llevaría a plantear un cambio de nombre a esta movilización, significando que no es sólo un paro agrario, sino un “paro campesino por la tierra” o para anudarlo con las luchas de ayer un “movimiento campesino por la tierra”.

Pero parece que la izquierda y los movimientos ambientalistas están más interesados en irse lanza en ristre contra el TLC, transgénicos, etc., que siendo demandas importantes, lejos están de ser suficientes para solucionar la crisis del campo colombiano. Puede que eso dé réditos políticos de cara a las elecciones, o recursos del ambientalismo internacional.Hay mucha astucia charlatana rondando esas toldas.Pero no se está abordando el problema fundamental del país, que es la extrema desigualdad en la tenencia de la tierra. Con el agravante de que la tierra en Colombia se ha convertido en la principal estrategia de acumulación y lavado de activos provenientes del tráfico de drogas y revivido en vastas regiones del país un sistema social “señorial-latifundista”, que se engalanacon caballos de paso fino colombiano, poncho, carriel, sombrero aguadeño o “vueltiao” y otras parafernalias, que acostumbran a lucir los notables y poderosos señores de esas regiones. Este sistema fundamenta su poder en la tenencia de grandes extensiones de tierra de alta productividad agrícola, donde “pasta apaciblemente” el ganado, mientras miles de familias campesinas se aglomeran a su alrededor a contemplar estos “vacíos rumiantes”.
*Efraín Jaramillo Jaramillo es antropólogo colombiano, director del Colectivo de Trabajo Jenzerá, un grupo interdisciplinario e interétnico que se creó a finales del siglo pasado para luchar por los derechos de los embera katío, vulnerados por la empresa Urra S.A. El nombre Jenzerá, que en lengua embera significa hormiga fue dado a este colectivo por el desaparecido Kimy Pernía.
Otras noticias:

Fuente: Servindi

miércoles, 21 de agosto de 2013

La minería a cielo abierto en Latinoamérica.


Martín Mantxo
Ecologista

Latinoamérica es uno de los principales proveedores de recursos minerales para el metabolismo industrial mundial. Mientras algunas multinacionales obtienen grandes beneficios de esta explotación, los impactos ambientales y sociales no paran de aumentar. Pero también cada vez es más fuerte la oposición popular.

Este octubre hemos asistido a un fenómeno mediático alrededor del rescate de 33 mineros chilenos que permanecieron 70 días atrapados en una mina. No es de extrañar que un accidente así ocurra en un país que aún no ha ratificado el convenio 176 de la Organización Internacional del Trabajo sobre seguridad y salud en las minas. Antes del rescate, en Chile ya habían fallecido otros 32 mineros este mismo año, con los que el total de fallecidos en minas se eleva a 200 en toda Latinoamérica entre enero y octubre de 2010 [1].

Hoy día América Latina continúa siendo víctima de la leyenda del El Dorado y de aquella locura que empujó a los conquistadores a cometer tanta atrocidad. El continente sigue siendo origen de materias primas básicas y de buena parte de los minerales en los que se ha basado nuestro sistema económico.

Tras épocas de imperialismo, de neoliberalismo, de esporádicos intentos de nacionalización con resultados diversos… por ahora la extracción de minerales se mantiene mayoritariamente en manos extranjeras, más en concreto de grandes compañías estadounidenses, canadienses o chinas, junto a muchas europeas, y cómo no, españolas. Así se denunció y probó, por ejemplo, en el último Tribunal de los Pueblos celebrado en Madrid el pasado mayo.

Por toda Latinoamérica el pueblo se alza contra la minería, sobre todo contra la de cielo abierto, que es la que más problemas ambientales y destrucción causa. El año pasado, el Banco Mundial y la CEPAL destacaron que éste fue uno de los sectores con mayor recuperación y empuje en Latinoamérica. Como en el caso del petróleo, la crisis hace que se exploten yacimientos en espacios naturales, de difícil acceso o en malas condiciones, o con minerales de baja ley o poco concentrados.

A causa de nuestra capacidad tecnológica, del petróleo barato y sobre todo de mucha codicia y poca sensatez, se ha impuesto una forma de minería, la minería a cielo abierto –hoy por hoy la más utilizada en Latinoamérica–, que consiste en arrancar todo el terreno, horadando más y más, para luego triturar los materiales y seleccionar lo requerido. Se configuran así paisajes dantescos, con cráteres de kilómetros de diámetro.

La minería a cielo abierto, además de ser responsable de un impacto directo como el del cráter que produce haciendo desaparecer todo lo existente con anterioridad (bosques, hábitats, acuíferos, etc.), y de otros impactos indirectos relacionados con su dependencia energética, también causa contaminación por filtraciones o derrames (sobre todo en actividades asociadas a la minería de oro y plata), pues a menudo se separan los minerales con productos altamente tóxicos como mercurio y cianuro, que luego provocan graves contaminaciones y envenenamientos. Otro impacto asociado a esta minería es el gran consumo de agua para limpiar el mineral, y el gasto de energía por el gran volumen y masa de los materiales que se mueven.

Una de las minas más grandes del mundo, en Colombia, es la gran explotación de carbón de Cerrejón [2], en pleno territorio Wayúu. Ocupa una extensión de 650 kilómetros cuadrados, lo que hace que el pueblo wayúu esté totalmente condicionado por la actividad minera. En el Estado español importamos carbón colombiano para las centrales térmicas: 2,24 millones de toneladas en 2009 (casi el 17% del total importado) [3].



Nueva amenaza: la minería de frontera


Las transnacionales mineras se expanden en busca de nuevos territorios. No sólo hacia los más remotos e inhóspitos sino que también se actúa sobre otros que por legislación todavía se encontraban exentos de actividad minera. Éstos pueden ser espacios protegidos o también zonas como las fronterizas, en las que cada Estado mantiene franjas de no acceso o de seguridad junto a la frontera. En los últimos años, las grandes transnacionales mineras han conseguido que los gobiernos firmen tratados entre ellos y concedan permisos, poniendo con ello nuevas zonas en explotación. La Constitución de Perú prohíbe que se otorguen concesiones en un espacio de 50 kilómetros de la frontera, salvo que se considere de interés nacional. Entre 2002 y 2009 se emitieron 23 de estos decretos.




Quizás el caso más conocido sea el de Pascua Lama, en la frontera entre Argentina y Chile, de la canadiense Barrick Gold, una trasnacional demanda en nueve países de cuatro continentes por atentados contra el medio ambiente. Este proyecto pretende extraer oro bajo ese glacial de los Andes, amenazando un espacio declarado por UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Este junio también hubo movilizaciones en la República Dominicana contra esta compañía por otro proyecto en Cotuí. La Barrick ha conseguido un acuerdo con el Gobierno dominicano para embolsarse nada menos que el 95% de los beneficios.

El pasado 30 de septiembre se celebró en Chile, en la sede de la histórica CUT (Central Unitaria de Trabajadores), un Tribunal Ético específico contra la minería de frontera por el riesgo enorme que está suponiendo como nueva forma de extracción de recursos. Como otros tribunales de los pueblos, éste tenía como objetivo recopilar datos y poner todos estos casos en un mismo contexto, a la vez que servir de plataforma para que trascendiera una denuncia conjunta.

En las zonas limítrofes entre países, las mineras eliminan las restricciones creando territorios binacionales bajo su control. Hasta ahora se han planteado otros cuatro proyectos en la cordillera de Los Andes, amenazando los glaciares: El Pachón de Xstrata, las Flechas, Vicuña y Amos-Andrés, y en trámite está el proyecto Cerro Cuadrado, de otra empresa canadiense. Los proyectos transfronterizos entre Guatemala y El Salvador (Mina Cerro Blanco, de Goldcorp), Brasil y Bolivia (El Mutún en El Pantanal, el humedal más grande del mundo con función reguladora del clima para Bolivia, Paraguay y Brasil), o los de Perú y Ecuador (aquí las concesiones se han triplicado en 5 años), donde destacan dos casos simbólicos: la mina de oro Afrodita (canadiense) y la de cobre de Río Blanco. Entre Guatemala y México nos encontramos la mina Marlin de Montana (Goldcorp) que afecta a 18 comunidades indígenas, o la Blackfire Exploration de barita en Chiapas, donde fue asesinado el lider anti-mineroMariano Abarca.

Una oposición que no cesa

Sí, el activismo minero se castiga duramente.

Porque es un activismo de mucho nivel. Porque la actividad se multiplica como una epidemia y porque, como decimos, los impactos son drásticos y enormes los beneficios para las empresas. Pero las movilizaciones persisten pese a esa represión.

El 26 de octubre se realizó en Uspallata (Argentina) otro tribunal contra el proyecto megaminero de oro y cobre San Jorge. A mitad de noviembre (este artículo se escribe antes) se celebrará también en Andalgalá (Argentina) el 14º Encuentro Unión de Asambleas Ciudadanas por ser este lugar de resistencia de un pueblo que ha conseguido, tras batallas campales, la paralización del proyecto mega-minero Agua Rica, y que lucha contra otra existente en La Alumbrera.

En octubre se realizaron consultas en Guatemala, en Santa Cruz del Quiché y en San Miguel Uspantán. En ambos casos, como en otros antes (Huehuetenango, San Marcos y Alta Verapaz), se rechazó unánimemente la explotación minera y también las instalaciones petroleras e hidroeléctricas. En el primero participaron 87 comunidades y 186 en el segundo [4]. La consulta de San Miguel Uspantán se realizó pese a las coacciones, intentos de bloqueo por parte del mismo alcalde, y la intimidación con un gran contingente de policías antidisturbios, vuelo de aviones y helicópteros. Y eso que además de ser una práctica antigua y tradicional, la consulta está amparada por la legislación guatemalteca.

También se reunieron este octubre en Lima activistas organizados en la red CONACAMI (Confederación Nacional de Comunidades del Perú Afectadas por la Minería), una de las redes más asentadas y constantes. Ahí declararon que “durante miles de años los pueblos originarios hemos protegido a la Pachamama, conscientes que es la única esperanza de vida para toda la humanidad. Es por ello que nos mantenemos firmes en nuestra decidida defensa de la Madre Tierra y todos los recursos que nos provee”, exigiendo el cese de “actividades extractivas como la minería, la explotación petrolera y otras que amenazan la existencia de la vida, y son la principal causa de contaminación en diversas partes de nuestro planeta”. En Perú la minería representa el 60% de sus exportaciones, pero, además, es el origen de la mayoría de sus conflictos sociales: según la Defensoría del Pueblo, de los 270 conflictos del pasado año, un 70% estuvo relacionado con esa industria.

En Ecuador la organización y coordinación de las afectadas por la minería continúa. El 9 de octubre se reunieron en Pallatanga (Chimborazo) convocados por el Comité de Defensa de la Vida y la Naturaleza de este cantón, representantes de comunidades, organizaciones y autoridades para continuar “la resistencia contra las transnacionales mineras a pesar de la represión, persecución y criminalización que implementa el Estado y el gobierno para proteger a las corporaciones saqueadoras de minerales”. La actividad de las grandes mineras ha sido objeto del mayor conflicto entre el gobierno de Rafael Correa y la ciudadanía ecuatoriana


Notas

Rebelion

Imágenes google
[4] www.noalamina.org/mineria-la...







Fuente: Chacatorex