Escrito por Fusión 12/01/11
Vivimos en un planeta generoso. La Madre Tierra nos da todo aquello que necesitamos para vivir, y lo hace de forma desinteresada. La naturaleza es generosa. La Vida es generosa.
Pero los seres humanos hemos olvidado esa realidad. Es más, es posible que nunca lo hayamos comprendido del todo o asimilado.
Como hijos de la Madre Tierra hemos heredado su faceta generosa, lo llevamos en nuestros genes. Pero hemos confundido infinidad de términos y hemos considerado que lo que pertenece a nuestra Madre podemos administrarlo a nuestro antojo, incluso podemos robárselo a nuestros hermanos para acumularlo y negociar con ello.
La Madre Tierra es generosa, pero su generosidad es administrada por la Ley natural, y bajo esa Ley vivimos todas las criaturas del planeta.
La Ley de la Madre Tierra nos dice que todos somos sus hijos, que la igualdad y la unidad deben marcar nuestra convivencia y también el uso que hagamos de su generosidad, de sus dones, de lo que necesitamos para vivir. Nos deslumbró la generosidad de la Madre Tierra y nos olvidamos de la Ley implícita que forma parte de la Vida.
Pero a pesar de ser hijos de una Madre generosa, nos empeñamos en ser egoístas, estamos enfermos de egoísmo. Creemos que por poseer más somos mejores, creemos que la vida es una carrera que se gana por lo acumulado en su recorrido. Creemos que estamos aquí para ser los más listos, los más poderosos, los más destacados de la especie.
Pero la realidad es que de aquí sólo nos llevaremos lo que hayamos aprendido, lo que hayamos evolucionado, lo que hayamos experimentado. El resto se lo queda su dueña, la Madre Tierra. En realidad, estamos de paso y sometidos a un contrato de alquiler con fecha de caducidad.
No poseemos nada, nada es nuestro, excepto los valores internos que hayamos desarrollado y acumulado en nuestro currículum. Y, en ese sentido, somos básicamente lo que damos, lo que compartimos, lo que intercambiamos con los demás seres vivos del planeta. Y como nuestra Madre es inmensamente generosa, nosotros, sus hijos, también lo somos, al menos en nuestro interior, en nuestro diseño como hijos.
Pero debemos comprender que ser generoso no es dar de lo que nos sobra, sino darse, entregarse, compartirse.
Cuando damos de nosotros mismos, estamos dando cualidad, estamos dando sustancia de la madre, estamos dando Vida.
Cuando nos entregamos estamos poniendo nuestra energía al servicio de los demás, estamos aportando lo que somos, sin medida, sin condiciones.
Cuando nos compartimos estamos diciendo, transmitiendo, que formamos parte de un Todo, de una inmensa Red, donde existe lo nuestro, lo de la especie, no lo de cada uno, no lo de la parte.
Y cuando así actuamos, cuando vivimos bajo la generosidad, entonces experimentamos una apertura mental a la conciencia global de la Madre, del Espacio, de la Vida.
Es así, sencillamente porque así es nuestro diseño, porque no somos criaturas diseñadas para vivir aisladas, para ser egoístas, para luchar a muerte por nuestro trozo de existencia.
Todo es nuestro, todo nos pertenece, porque así lo entiende la generosidad de la Madre Tierra, pero no lo olvidemos, existe una Ley que nos dice que así es si tenemos en cuenta que debemos vivirlo y disfrutarlo bajo la unidad, bajo la igualdad, bajo el respeto a la Vida.
Ser generoso no supone ningún esfuerzo, sólo hay que desprenderse de la ignorancia que conduce al egoísmo, del miedo que conduce al egoísmo, de la cobardía que conduce al egoísmo.
Ser generoso es comprender la Vida y sus normas sagradas.
Ser generoso abre la puerta para poder entrar en nuevos espacios mentales y poder crear una vida nueva.
Ser generoso es ser inteligente, porque significa que se comprendió el verdadero sentido de la existencia y se es consecuente con él.
Desgraciadamente, en este mundo se valora la “inteligencia” de quien acumula más poder, más riquezas, más títulos. Se les considera un ejemplo para todos.
Pero, ¿acaso la Madre Tierra acumula sus riquezas, acapara sus bienes, no comparte lo que posee?
Jesús le dijo al rico…"Si quieres entrar en el Reino de mi Padre, da todo lo que posees y sígueme".
Claro, el rico se dio media vuelta y se marchó. No entendió que Jesús le hablaba de la generosidad como algo imprescindible para optar a una Vida Superior.
Y todavía hoy sigue sin entenderlo. Δ
Fuente: Revista FUSION
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