Tegucigalpa 03 de enero de 2011. El cardenal hondureño Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, intentó mostrarse hoy como una victima más del golpe de Estado, en el programa “Frente a Frente”, que dirige el periodista Renato Álvarez, uno de los principales voceros del golpe de Estado, al denunciar unas supuestas amenazas a muerte.
El purpurado denunció haber recibido amenazas a muerte después del golpe de Estado, mientras algunos sacerdotes afines también al golpe, también estarían siendo amenazados, por sectores que no identificó directamente.
Sin embargo el cardenal prácticamente acusó al Frente Nacional de Resistencia Popular FNRP, al afirmar que quienes están detrás de las amenazas “están en el peor camino, no es por allí donde se puede comenzar una nueva Honduras para hacer una Honduras mejor, debemos aprender a respetarnos y no pensar que la ideología del pensamiento único nos va a llevar a la liberación”.
El FNRP, propone la refundación de Honduras a través de la convocatoria a “una nueva Asamblea Nacional Constituyente Popular y Participativa” y para volver al orden constitucional, roto por el golpe de Estado militar contra Manuel Zelaya Rosales.
El cardenal dejo entrever que habría una persecución contra algunos sacerdotes partidarios del golpismo, sin embargo olvidó mencionar el caso del padre Andrés Tamayo, quien el dictador Roberto Micheletti, le canceló su carta de naturalización como hondureño y le negó la entrada libre al país.
Algunos sectores acusan al cardenal, de ser él quién ordenó la expulsión del Padre Tamayo, a quien se le privó del ejercicio pastoral al quitarle su parroquia en el municipio de Salamá en el departamento de Olancho.
Rodríguez es señalado de ser uno de los principales actores del golpe contra Zelaya Rosales, y está acusado además de malversación de caudales públicos ante la Fiscalía general del Estado, por recibir por decreto ejecutivo 100 mil lempiras mensuales durante las administraciones de Carlos Flores y Ricardo Maduro.
Después del golpe de Estado, el prelado católico ha aparecido muy pocas veces en los medios de comunicación, y muchas veces ha salido huyendo de las cámaras ante las preguntas de los periodistas, pero hoy apareció por más de una hora en la televisora que el día del golpe de Estado, retransmitió partidos de fútbol antiguos de la selección nacional.
De acuerdo con una nota recogida por Proceso Digital, “Rodríguez dijo que tras esos hechos, (el golpe de estado) él ha tenido que enfrentar varios incidentes en el extranjero, donde personas le llaman golpista, lo que considera injusto y falso porque yo no he tenido que ver en eso”.
“Es una red, lamentablemente hay una red no solo a través de Internet sino a través de varias organizaciones”, se quejó el religioso en la nota publicada por el medio digital.
Lo que el cardenal quisiera borrar de su pasado reciente.
El Cardenal hondureño, se opuso al retorno de Manuel Zelaya Rosales, en cadena nacional de radio y de televisión al instalarse el régimen de facto, mientras le llamaba “amigo”, le advirtió no regresar a Honduras, porque de hacerlo habría “derramamiento de sangre”.
Según la constitución hondureña, violada y defendida por el golpismo, ningún hondureño puede ser expatriado, y el Estado es laico. El cardenalato, con derecho a expresarse, no constituye un ente político que habilite para hablar en nombre de un gobierno en cadena de radio y de televisión.
A escasos 10 días del Golpe, Rodríguez acusó a Zelaya, de “mentir internacionalmente”, de dividir al pueblo “sembrando una lucha de clases”, de ser un gobierno corrupto y validó como legítimos los juicios falsos de los tribunales.
El Cardenal Rodríguez se alió al golpe de Estado, que defendió como “sucesión constitucional”. No condenó, hasta hoy, los crímenes y violaciones a los derechos humanos por la violencia institucionalizada. Evade discutirlo y se limita a hablar de reconciliación y perdón, sin explicar de qué y cómo.
Rodríguez ha emitido juicios favorables a Roberto Micheletti y al humanismo cristiano de Porfirio Lobo. Pero, se refiere con menosprecio a una parte de la población a la que trata como marginal, en un acto moral excluyente ajeno a la doctrina cristiana.
Ha dicho que “no entiendo que es lo que les he hecho para que me odien tanto”, quejándose del repudio popular manifiesto, en especial del pueblo en resistencia, a quienes llamó “grupúsculos”, y reclamó que le manchan las paredes, con los mensajes de protesta dejados en los muros de la Catedral.
Fuente: El Polvorín
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