Octavio Rodríguez Araujo
En México y en otros países hay de obispos a obispos. Unos son conservadores y otros progresistas; unos protegen en su ámbito de influencia a los ricos y a los gobernantes, otros abrazan las causas de los más desprotegidos y explotados; unos están por el sacrificio de las personas en el aquí y el ahora a cambio de indulgencias para después de su muerte, otros promueven la liberación de los pobres en el aquí y en el ahora y no en el más allá.
Samuel Ruiz era de los segundos, un obispo que perteneció a la estirpe de Méndez Arceo, en Cuernavaca; de Arturo Lona, en Tehuantepec; de José Llaguno, en la Tarahumara; de Bartolomé Carrasco, en Oaxaca; de Raúl Vera, en Saltillo. Éstos se han distinguido por oponerse a los conservadores y a los colaboracionistas tanto del PRI como del PAN, a Girolamo Prigione en su momento, a la ortodoxia pastoral y, en lo político y lo social, se han opuesto también a los poderes fácticos que han impedido el desarrollo y la realización de los más pobres del país como personas, cuya liberación debe darse en el aquí y el ahora y no para las calendas griegas.
Estos obispos, que bien pudieran ser llamados “liberacionistas”, enfrentaron, a veces con esa sutileza que se aprende en el sacerdocio y otras veces con energía, los dictados vaticanos y de los gobiernos mexicanos de los años 80 y 90 del siglo pasado. Siempre desde la fe, pues nunca cayeron en posiciones no religiosas, buscaron en los textos sagrados la justificación para que sus fieles hicieran conciencia de su realidad social, se organizaran y se plantearan una sociedad más justa libre de caciques y de explotadores de toda laya.
No hicieron del marxismo su ideología, pues en realidad no simpatizaron con él, pero tampoco lo combatieron como sí lo habían hecho en los años 50 y 60. En otros términos, evolucionaron, y tal vez el Concilio Vaticano II y la teología de la liberación que comenzó a discutirse en aquellos años influyeron favorablemente en ellos. Otros obispos, en cambio, combatieron esas corrientes progresistas y tolerantes de un sector de la Iglesia y en lugar de optar por la Iglesia de los pobres lo hicieron, hasta la fecha, por la de los ricos.
La Iglesia de los pobres no contrarió la fe ni el dogma, pero estos instrumentos fueron usados en un sentido cristiano, es decir en la lógica del Jesucristo al lado de los pobres y de los necesitados y no del que transfiguraron los aliados de los poderosos convirtiéndolo en su negación. Samuel Ruiz, desde su grande diócesis de San Cristóbal de las Casas, no simpatizó con los métodos armados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), pero sí con sus principales planteamientos en favor de los indios, los más pobres de los pobres de México. Ofreció no sólo su mediación, que fue aceptada por las partes gracias a su enorme influencia en la zona y a su compromiso, sino la catedral de San Cristóbal para el primer diálogo entre el EZLN y el gobierno, un hecho insólito en la historia del país.
Él y su gente, unos curas y otros no, promovieron no sólo el entendimiento entre el gobierno y los armados, sino el respeto a los derechos humanos en toda su extensión. El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas fue fundado por Samuel Ruiz en 1989, y su papel ha sido muy importante para registrar todo tipo de violaciones a los derechos humanos en Chiapas, principalmente de los indios. El Frayba, como también se le conoce, se ha orientado, según señala en su sitio web, por la integridad e indivisibilidad de los derechos humanos, el respeto a la diversidad cultural y al derecho a la libre determinación, la justicia integral como requisito para la paz y el desarrollo de una cultura de diálogo, tolerancia y reconciliación, con respeto a la pluralidad cultural y religiosa (las cursivas son mías).
A mi juicio estas premisas de orientación de las acciones del Frayba sintetizan no sólo el pensamiento y la acción de Samuel Ruiz sino lo que debiera guiar a la Iglesia católica en México y el resto del mundo donde participa. Dicho sea de paso, este 26 de enero un grupo de organizaciones civiles iba a entregar, por segundo año consecutivo, el Reconocimiento jTatik Samuel jCanan Lum a personas, comunidades y organizaciones de Chiapas que se han destacado por su servicio, cuidado y trayectoria en su trabajo liberador por las causas verdaderas del pueblo. El Tatic Samuel ya no será testigo de dicho reconocimiento.
Si todos los obispos del mundo, comenzando por el de Roma, fueran como Samuel Ruiz, especialmente en los últimos 40 años de su fructífera vida, la religión católica y su Iglesia estarían a la vanguardia del pensamiento liberador y de la justicia social. Pero lamentablemente no es así.
Fuente: ApiaVirtual
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario