domingo, 8 de mayo de 2011

«El mismo mundo, el mismo dolor»


La globalización ha traído consigo una externalidad, es decir, un efecto no deseado e incómodo para el sistema de poder imperante, fundado en el individualismo: la conexión de todos con todos, de suerte que los problemas de un pueblo se vuelven significativos para otros en situación semejante. Entonces se establecen lazos de solidaridad y surge una comunidad de destino.

Es lo que está ocurriendo con los levantamientos populares, animados en su mayor parte por jóvenes universitarios, ya sea en el mundo árabe o en nueve estados del medio oeste norteamericano, empezando por Wisconsin. Estos levantamientos de Estados Unidos casi no han tenido eco en nuestra prensa, pues (no le interesa mostrar la vulnerabilidad de la potencia central principal en franca decadencia. Un joven egipcio sostiene un cartel que dice: «Egipto apoya a los trabajadores de Wisconsin: el mismo mundo, el mismo dolor». Como en un eco, un estudiante universitario estadounidense, que vuelve de la guerra en Irak, muestra su cartel que dice: «Fui a Irak y volví a mi casa en Egipto», o sea, quiere participar en Estados Unidos de manifestaciones semejantes a las de Egipto, Libia, Túnez, Siria y Yemen.

Quién iba a imaginar que Madison, capital de Wisconsin con 250.000 habitantes, conocería una manifestación de 100.000 personas venidas de otras ciudades norteamericanas para protestar contra las medidas tomadas por el gobernador que atan las manos de los sindicatos en las negociaciones, aumentan los impuestos sobre la salud y disminuyen las pensiones. Lo mismo ocurrió en Michigan donde el gobernador consiguió hacer aprobar por el parlamento estatal una esdrújula ley que le permite nombrar una empresa o un ejecutivo con poder para gobernar todo el aparato del gobierno estatal. Rebajó en un 86% el impuesto de las empresas y aumentó en un 31% el de los contribuyentes individuales. Todo esto porque los asaltantes de Wall Street, además de saquear las pensiones y las economías de la población, quebraron los planes financieros de los Estados, y como resultado la población más vulnerable está obligada a pagar las cuentas de aquellos ladrones del mercado especulativo que merecían estar en la cárcel por sus fraudes a la economía mundial.

Consiguieron para sí mismos una concentración de riqueza como no se había visto nunca antes. Según Michael Moore, el famoso cineasta, en su discurso de apoyo a los manifestantes de Wisconsin: actualmente 400 norteamericanos poseen la misma cantidad de dinero que la mitad de la población de Estados Unidos. Mientras uno de cada tres trabajadores gana 8 dólares/hora (antes era 10/hora), los ejecutivos de las empresas ganan 11.000 dólares/hora, sin contar beneficios y gratificaciones. Hay un despertar democrático en Estados Unidos que viene de abajo. Ya no se acepta esta vergonzosa disparidad. Se condena el coste de las dos guerras, prácticamente perdidas, contra Irak y Afganistán, que ha sido tan alto como para deteriorar el servicio de las escuelas, los hospitales, el transporte público y otros servicios sociales. Hay 50 millones de personas sin ningún seguro de salud y 45 mil personas mueren anualmente por no tener posibilidad de acceso a diagnóstico o tratamiento.

El mundo árabe está viviendo una modernidad tardía, la que siempre propugnó los derechos humanos, la ciudadanía y la democracia. Como la mayoría de esos países son riquísimos en petróleo, la sangre que hace funcionar el sistema moderno, las potencias occidentales toleraban y hasta apoyaban a los gobiernos dictatoriales y tiránicos. Lo que les interesaba no era el respeto a la dignidad de las personas y la búsqueda de formas democráticas de participación, sino pura y simplemente el petróleo.

Pero resulta que los modernos medios de comunicación digital y el crecimiento de la conciencia mundial, en parte favorecida y hecha visible por los distintos Foros Sociales Mundiales y Regionales, han encendido la llama de la democracia y de las libertades. Una vez despertada, la conciencia de la libertad jamás podrá ser sofocada. Los tiranos pueden hacer cantar a sus súbditos himnos a la libertad, pero estos saben lo que quieren. Quieren ellos mismos buscar la libertad, que nunca es concedida sino conquistada, siempre mediante un penoso proceso de liberación. Ahora es la hora y el turno de los árabes.

[Traducción de MJG]

Fuente: ATRIO

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